Entre las pesas y máquinas del gimnasio a veces uno puede llegar a sentirse muy solo. Fantaseas con lo a gusto que entrenarías acompañado de alguien. Pero cuidado: un compañero de gimnasio puede ser una gran ayuda de cara a motivarte y alcanzar objetivos... o puede ser todo lo contrario si no se trata de la persona adecuada. Te contamos los motivos por los que -modificamos un momentito el refrán- más vale entrenar solo que mal acompañado.
Las comparaciones son odiosas
Que tu compañero de entrenamiento traiga ya un cuerpo escultural de fábrica puede ser un inconveniente porque, inevitablemente, te vas a comparar y puede que te frustres al ver que ese nivel de buenorrismo no se consigue con dos días de pesas.
Ya sabes lo que pasa cuando ves el físico de esos chicos de los anuncios de perfume: te comes una ensalada, sales a darle cuatro vueltas corriendo a la manzana y te desesperas al ver que tus abdominales no aparecen.
No te frustrarás al ver que él levanta más peso que tú
Si tienes que elegir entre ir al gimnasio con tu vecino el culturista o entrenar tú solo, escoge lo segundo. Aunque él sería de gran ayuda resolviendo tus dudas con los diferentes ejercicios y corrigiéndote la técnica cuando fuese necesario, lo cierto es que darle caña a las pesas con alguien que levanta muchos más kilos que tú puede desmotivarte sobre todo al principio.
Podrás centrarte solo en ti y en tus objetivos
Cuando entrenas con alguien tienes que estar pendiente de echarle una mano. Aguantarle la barra, colocarle esas pesadas mancuernas al inicio, ayudarle con la última repetición antes del fallo muscular...
En definitiva, si tienes una pareja de gimnasio a la que tienes que prestar demasiada atención, estarás descuidando tu propio entrenamiento. Además, perderás tiempo si hacéis el mismo plan y tienes que esperar a que acabe sus series para seguir tú con las tuyas.
Te concentrarás en lo que estás haciendo y no te distraerás hablando
Muchas veces se agradece un poco de entretenimiento entre serie y serie de ejercicio. Sin embargo, ya has visto muchas veces cómo algunos chicos y chicas que van al gimnasio con amigos y conocidos acaban distrayéndose con conversaciones que se alargan. Esto hace que estiren los tiempos de descanso y, al final, el entrenamiento no tenga el ritmo adecuado y por tanto no sea efectivo.
No te verás condicionado cuando quieres hacer un ejercicio más pero tu compañero no
De vez en cuando uno acaba su entrenamiento del día pero aún le queda energía y decide hacer algún ejercicio extra. ¡Genial, hay que aprovechar! Cuando vas solo al gimnasio puedes permitirte hacer lo que te dé la gana en este sentido.
Sin embargo, si entrenas con alguien tendrás que contar con esa persona para quedarte más rato y puede que te arrastre hasta la casilla de salida si no le apetece mover ni una pesa más o tiene prisa.
Podrás escuchar música que te motivará mucho más que sus historias del Tinder
Si escuchar las aventuras en Tinder de tu compañero de gimnasio te cansa más que una sesión de HIIT, es que necesitas entrenar tú solo. Sus anécdotas amatorias tenían su gracia en su momento, pero, sinceramente, y aunque te alegras de su alocada vida sexual, prefieres entrenar al ritmo de la música. Los éxitos dance sonando en tus oídos te motivan mucho más que las andaduras erótico-festivas de tu compañero.
No tendrás que soportar consejos de 'cuñao'
Quien mejor conoce tu cuerpo eres tú y en todo caso los monitores y expertos. Los típicos comentarios cuñadiles de tu compañero de gimnasio sobre lo que debes o no debes hacer no te hacen ninguna gracia, sobre todo porque no tiene ni idea. Él se siente Wikipedia, cree que lo sabe todo, pero en realidad poco te puede aportar a la hora de entrenar. No dejes que te desmotive. Hazle la cobra y entrena tú solo.
No se trata de que hagas un casting, pero a partir de ahora, antes de proponer a alguien eso de ir juntos al gimnasio ten en cuenta si de verdad esa persona te conviene. Si a la hora de ligar no te vas con cualquiera, ¿por qué vas a hacerlo cuando la cosa va de entrenar?