Decir que practicar deporte ayuda a combatir los problemas de ansiedad, depresión o estrés, no es nada nuevo porque son numerosos los estudios que han ahondado sobre este tema. Sin embargo, sí lo es decir que no todos los individuos consiguen sentir esos beneficios sobre su estado anímico. ¿La razón? Se encontraría en sus genes.
Así, según una nueva investigación de la Universidad de Milán en colaboración con el Weill Cornell Medical College de New York, publicada en la revista Neuropsychopharmacology, demuestra cómo los efectos positivos que puede tener el ejercicio físico sobre nuestro cerebro cambian dependiendo de la persona. De este modo, el estudio sugiere que existen ciertos factores individuales que pueden moderar la repuesta de los individuos al deporte.
Estas diferencias individuales están relacionadas con la presencia de particulares variantes genéticas. La investigación, coordinada por Alessandro Ieraci y Maurizio Popoli de la universidad italiana, ha partido de la consideración de que el factor neurotrófico cerebral (conocido por BDNF por sus siglas en inglés: Brain-Derived Neurotrophic) es un factor de crecimiento neuronal que regula la neuroplasticidad del cerebro adulto; es decir, interviene en la capacidad de las neuronas de reorganizarse a lo largo de todo el curso de la vida, en respuesta a estímulos de tipo ambiental.
Así, dependiendo de cómo y cuándo se desarrolla una cierta actividad, gracias al BDNF, las neuronas se reordenan en consecuencia. Ahora bien, en el 30% de la población se ha encontrado una variante genética llamada Val66Met, que se asocia con una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas y psiquiátricas y que impediría esa “reordenación”.
Para llevar a cabo el estudio se tomó una muestra de ratones modificados genéticamente con la variante Val66Met y otros sin ella. Durante cuatro semanas todos ellos fueron introducidos en una jaula donde podían correr libremente sobre una rueda.
Al final del estudio, los investigadores se encontraron con que la actividad física había tenido efectos antidepresivos y de reducción de la ansiedad sólo en aquellos ratones que no habían sido modificados genéticamente.
De hecho, fueron los únicos que mostraron un aumento de BDNF en el hipocampo, una zona del cerebro fundamental para el aprendizaje, la memoria y el humor.
Por ello, la investigación abre un nuevo interrogante sobre de qué modo puede influir la práctica deportiva a nivel cerebral.
En este sentido, Alessandro Ieraci, uno de los autores del estudio afirma: “Nuestros resultados demuestran la ausencia de los efectos positivos del ejercicio físico en aquellos ratones portadores de la variante genética humana Val66Met, este hecho no sólo confirma el papel central que realiza el BDNF en los efectos beneficiosos de la carrera, sino que evidencian también la influencia de los factores genéticos a la hora de moderar la respuesta al ejercicio físico y sugieren la gran importancia de considerar las variantes genética en los estudio clínicos”.