Los gruñidos de fondo, que a veces parecen orgasmos, hacen que sueltes las mancuernas y te gires sobresaltado para ver qué está pasando. Y sí, lo que está pasando es lo de siempre: otro de esos tíos hípermusculados ha vuelto a excederse con la barra y está levantando más peso del que debería. “¡Menuda fauna!”, piensas, ¡con lo bien que estabas en casa!. Y es que, aunque le pones ganas y te dices a ti mismo eso de “I will survive”, hay un montón de cosas que no aguantas del gimnasio. Tranquilo, no eres el único.
1.- Empezar a usar una máquina o barra y que te pregunten “¿te quedan muchas?”
Acabas de llegar al gimnasio y no has empezado ni a hacer el primero de tus ejercicios. De repente alguien se a acerca hacia donde estás. Su mirada se clava en ti. ¿Irá a preguntarte la hora? ¿Te pedirá el teléfono?
Pronto te das cuenta de que lo único que quiere de ti es tu barra... y no precisamente la que estabas pensando. “Perdona, ¿te quedan muchas (series)?”, te pregunta. Y tú, que ni siquiera has empezado, empiezas a ponerte de muy mala leche.
2.- Los que acaparan tres máquinas a la vez cuando hacen súper series
Comienzas a pensar que algunos están así de fuertes porque acaparan todas las máquinas del gimnasio. Y puede que sea así. No sabes cómo lo hacen, pero tienen el don de estar utilizando tres cosas a la vez mientras tú corres de un lado a otro para ocupar el hueco que han dejado.... Pero antes de que empieces a mover un dedo han vuelto y tienes que dejarles el sitio.
3.- Esos que ocupan todo el banco del vestuario y solo te dejan una esquinita para cambiarte
Como si se tratase de su propia casa, algunos dejan toda su ropa tirada y esparcida por el banco del vestuario e incluso por el suelo. Eso, sumado a los grupitos que se ponen a hablar y que acaparan todo el espacio hacen que en ocasiones acabes cambiándote en una esquina.
Ahí estás tú, pegado a tu taquilla y haciendo todo tipo de equilibrios para no caerte mientras te pones esos estrechos pantalones pitillo. Jugar al Twister es más fácil.
4.- Los que se sientan en la máquina que vas a usar y se ponen a whasappear largos ratos entre series
Todos somos conscientes de la importancia del descanso entre serie y serie de ejercicio. Pero claro, una cosa es eso y otra pensar que uno está en un spa. Algunos pasan por alto esta diferencia y se tiran un largo rato whatsappeando con su móvil mientras están cómodamente sentados en esa máquina que tú necesitas usar. “¿Te traigo un mojito?”, te dan ganas de preguntar.
5.- Que ese delgadito que empezó hace poco el gimnasio ya esté más fuerte que tú que llevas un año
Siempre lo has dicho... cada cuerpo es un mundo. Y no haces más que reafirmar tu teoría cada vez que ves a ese chico delgado que empezó hace solo unos meses en el gimnasio y que ahora está mucho más grande que tú, que llevas años dándole a los hierros. ¡Con lo que tú te lo curras! ¿Qué has hecho tú mal para seguir con tus mancuernas de 10 kilos y no muscularte?
6.- Querer consultarle algo a tu monitor y que ese grupito que se lo quiere ligar lo tengan acaparado mientras tontean con él
A veces no sabes si estás en el gimnasio o en un capítulo de 'Física o química'. Y es que, más de una vez has querido que el monitor de sala te resuelva alguna duda del entrenamiento y has tenido que esperar más de un cuarto de hora.
Ese grupito de gente con las hormonas revolucionadas suspiran por el entrenador y no hacen más que darle conversación y tontear con él como si estuviesen en los pasillos de un instituto o en la pista de una discoteca.
7.- Llegar a la ducha y que se te hayan olvidado los calzoncillos limpios en casa
¡Qué difícil es hacer la bolsa de deporte! Tienes que echar la ropa para entrenar, las toallas, los guantes, las chanclas... Llegas al gimnasio y te has dado cuenta de que te has dejado algo.
Pero lo peor, sin duda, es cuando acabas el entrenamiento, vas a la ducha y te das cuenta que lo que te has olvidado en casa es el gel, el champú, o lo que es peor... la ropa interior limpia de recambio. No te queda otra que irte a casa sintiéndote muy libre dentro de tu pantalón.
8.- Que los que levantan kilos y kilos de pesas no sean capaces de colocarlas luego en sus sitios
Alucinas al ver la cantidad de peso que levantan los hombres más musculosos de tu gimnasio. Sientes hacia ellos una mezcla de envidia y admiración. Pero cuando ves que acaban su entrenamiento y dejan todas las barras y mancuernas tiradas por la sala de peso libre, lo que sientes son ganas de ponerles a recoger todo y piensas que, en realidad, son unos flojos.
Todas estas y alguna que otra cosa más hacen que lo de quedarte entrenando en casa sea una opción a la que hayas recurrido más de una vez. Si te encanta hacer ejercicio pero odias el gimnasio, intenta acudir en horas en las que esté más despejado. Lo tendrás todo para ti y entrenarás mucho mejor.