Si escribimos 21 días en el todopoderoso Google, salen nada más y nada menos que 11 millones de entradas. Cientos de artículos, libros, dietas, programas de televisión y de coaching… todos aseguran que puedes dar un giro radical a tu vida y cambiar cualquier cosa para crear un nuevo hábito en 21 días. Siento deciros que esto es un mito y que, aparte de estar bien motivados y concienciados para cambiar algo en vosotros, necesitáis más tiempo.
Así lo demuestra un estudio de la University College of London (UCL), "Cómo se forman los hábitos", que ha estudiado el tiempo estimado para introducir un nuevo hábito en nuestra rutina. Desde la UCL indican que la formación de un hábito se refiere a la respuesta automática asociada a una situación.
Los hábitos se forman a través de un proceso llamado "contexto – repetición dependiente", es decir, si cada vez que llegas a casa te comes un trozo de chocolate, tu mente lo asocia.
Si esta acción la llevas a cabo varias veces, lo más probable es que hayas creado un nuevo hábito y que cada vez que entres por la puerta de casa atraques la nevera en búsqueda de chocolate.
En su investigación, escogieron a 96 voluntarios que tenían que desarrollar la misma acción después de desayunar, podía ser desde comer o beber algo hasta salir a correr, durante 84 días.
Algunos individuos les llevó 18 días automatizar esta acción mientras que otros no lo lograron ni siquiera en 84 días. Según los investigadores de la UCL, se necesita una media de 66 días para crear un nuevo hábito.
El estudio concluye explicando que la teoría de los 21 días es un mito. "La formación de un hábito lleva más tiempo que eso. La mejor estimación son 66 días, pero no sería fácil decir un número exacto para este proceso ya que depende de qué estés intentado hacer y cómo es cada uno", señalan desde la UCL.
Orígenes de la teoría de los 21 días
Por supuesto que hay un motivo por el que se ha establecido este número en concreto. Todo se debe gracias a Maxwell Maltz, un famoso cirujano plástico de la Universidad de Colombia que, durante los años 50, observó algo en muchos de sus pacientes.
Maltz se dio cuenta de que una vez que les modificaba algún rasgo de la cara o cuando una mano o brazo son amputados, les lleva un mínimo de 21 días acostumbrarse a su nuevo aspecto o situación.
No solo es cuestión de aspecto físico, Maltz escribió que, por ejemplo, cuando nos mudamos a una nueva casa, tardamos tres semanas hasta que empezamos a sentirla como nuestra casa.