Llamadme loca, pero me gusta comparar los talones con los codos. Dos de las partes del cuerpo a las que menos atención prestamos junto con los nudillos y los tobillos. Será que el ser humano es clasista hasta para su propia anatomía.
Sin embargo, cuando el termómetro aprieta y el calor invade nuestras vidas, comienzas a ser consciente de que están ahí. Y no porque quieras cuidarlos ahora que los vas a lucir más, que también. Sino porque tus talones te están lanzando señales de que algo va mal.
¿Qué les pasa?
Con el cambio de armario, nuestro zapatero se convierte en un ir y venir de sandalias y calzado veraniego que dejan al descubierto a nuestros nuevos mejores amigos corporales. ¿Por qué si los he tenido abrigaditos con calcetines mulliditos en botas, botines y zapatos cerrados se quejan tanto cuando los saco a pasear?
Durante los meses más fríos, el talón está protegido de cualquier enemigo externo. Además, el calzado invernal/otoñal ofrece un mejor agarre y sujeción del pie, lo que hace que el talón sufra lo mínimo con cada paso. El problema llega cuando le quitas todo esa protección y el pobre tiene que caminar sin apenas ayuda. Y ahí es cuando se produce la talalgia o dolor de talón.
¿Por qué sientes dolor?
Aunque la talalgia puede deberse a múltiples razones, la mayoría de los casos que se producen en verano son debidos a que la grasa ubicada en nuestro talón (encargada de amortiguar nuestro peso), se desplaza hacia los lados al no tener una sujeción óptima por parte del calzado. Como consecuencia, la zona se inflama y se sienten molestias.
Como puedes comprobar, el talón tiene un papel fundamental en nuestro caminar. Basta que la grasa que lo forma no esté en su sitio para que no podamos caminar con normalidad. Es más. Esto podría llevar a lesiones más importantes en rodilla, cadera y espalda si no lo corregimos cuanto antes.
¿Cómo evitarlo?
Lo más fácil es que huyamos, en la medida de lo posible, de los zapatos que no ofrezcan protección a nuestros talones. Una cosa es llevarlos al aire y otra muy distinta que el calzado le aporte la estructura necesaria para que no se resienta. Por ejemplo, las sandalias de pala son el peor enemigo del talón ya que lo deja solo ante el peligro.
También tendremos que comprobar que el calzado no es totalmente plano porque un poco de tacón ayuda a la amortiguación del impacto del talón contra el suelo.
Si somos como Victoria Beckham y preferimos lo de “antes muerto que sencillo”, tendremos que cuidarlos en casa y con ayuda de un especialista. Meterlos en agua fría o, mejor todavía, en hielo, hará que baje la inflamación. Ir todas las semanas al podólogo o al fisioterapeuta para una puesta a punto también nos ayudará a tener controlado el dolor.
En última instancia, y si te niegas a hacer todo esto, solo me queda asegurarte el método guiri. Ese que resulta de sumar calcetín blanco con sandalia. ¿Acaso te creías que los británicos utilizan esta combinación porque creen que van guapos? Puede que tú te rías de ellos, pero sus talones están un millón de veces mejor que los tuyos. Además, se evitan rozaduras y ampollas en el resto del pie. Minipunto para ellos.
¿Y lo de los talones agrietados?
Es común creer que las grietas se producen por culpa del calor y, aunque obviamente ayuda a su formación, no tienen nada que ver con la talalgia. Las grietas surgen porque el talón se seca (de ahí lo de que la subida de temperaturas es un plus), pero esto es algo que también puede ocurrir en las restantes épocas del año. Una buena hidratación diaria solucionará este problema. Aunque, como todo en esta vida, si las grietas persisten lo mejor es que consultes con un profesional.
¿A que ahora ya entiendes por qué el talón fue la perdición de Aquiles?