28 de diciembre de 2014. San Silvestre de Salamanca. Al speaker de la prueba no se le ocurre otra cosa que lanzar por la megafonía el mensaje de que a los primeros de cada categoría y otros cuantos al azar se les sometería a un estricto control antidoping.
La sorpresa fue cuando la inocentada, más o menos simpática, parecía ajustarse al contexto, y más en fecha tan señalada. Pero la broma se convirtió en un control antidoping telepático en acto, pues varios corredores abandonaron la prueba, entre indignados y acongojados.
La realidad es que si, como yo, eres un corredor o corredora del montón por mucho que te flipes y te compres material como si fueras profesional del atletismo o del asfalto, nadie te va a hacer un control antidopaje.
Y es que sólo los organizadores de carreras con premios realmente lucrativos y que pueden pagar fijos a las estrellas pueden destinar una parte del presupuesto a análisis de orina a esos primeros clasificados.
Para ellos es precisamente una especie de auditoría o certificado de calidad de la prueba para atraer a esas estrellas. Y casi nunca hay análisis de sangre en ese tipo de pruebas, no vaya a ser que alguna estrella decline la invitación por mucha pasta que haya receloso de que le pillen en algún renuncio.
Los atletas populares son una muestra del resto de la población y una muestra grande de personas que tienen comportamientos parecidos a los atletas. Y si ellos se dopan en busca del éxito es lógico que haya corredores ‘globeros’ a los que les brote la idea de tomarse Espidifén, Optalidón, anfetaminas o ventolines varios.
Tramposos, descerebrados y ruines los hay en todos los estratos de la sociedad. ¿O es que los corredores, por el hecho de correr, son mejores que el resto de mortales?
Las farmacias sin límites de Internet
Hace unos meses la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (Aepsad), antigua agencia estatal antidopaje, alertaba del aumento del dopaje en el deporte recreativo.
La venta en farmacias de determinados productos se había disparado y sospechaban que los aficionados comenzaban a hacer sus propias mezclas. Por si no fuera poco el que todo español lleve un entrenador de fútbol en su interior ahora además se observaba que son como pequeños Eufemianos, Sabinos o Nicolases.
Andorra, primero, e Internet después han sido respectivamente los supermercados y grandes almacenes del doping de aficionados con ínfulas y de profesionales de medio pelo y de mandíbulas y narices grandes.
Allí compraban y compran: Salbutanol, muy peligroso según algunos expertos pero protagonista de los últimos TUEs (Therapeutic Use Exceptions) de profesionales, se ve que acechados por una plaga de asma, que ha publicado Fancy Bears, y que ayuda a aumentar la capacidad respiratoria.
O vitaminas liposolubles, cuyo exceso en el organismo genera graves enfermedades. O incluso EPO ‘falsificada’ china, que se autoadministran con planes de tratamiento encontrados en Internet.
Quizás creas que todo esto es una película, una paranoia propia de programas de televisión esotéricos, magufos y pseudocientíficos. Pero es la realidad.
Varias
son las redes destapadas por la policía en las que ex deportistas vendían
productos a corredores aficionados en los últimos años. Y aquí también se puede
extrapolar. Si hay redes es que hay demanda, y no precisamente por cuatro runners de mierda. Qué mierda.