Posiblemente es una pregunta que te hayas hecho más de una vez, cuando estás en una de esas comilonas con los amigos en las que se juntan las cañas, con las tapas y los pinchos y tú, ingenuo de ti, piensas que tienes programado un entrenamiento de series para dos horas después.
Lo mejor que puedes hacer, y nuestro consejo, es que lo aplaces o, en un caso extremo, lo canceles. ¿Por qué decimos esto? Evidentemente no para fastidiar tu rutina de entrenamiento, pero sí para que tomes algunas precauciones.
Lo ideal es que hagas ejercicio tres horas después de haber comido, siempre que esta comida no haya sido muy copiosa (como la que te hemos comentado antes). En caso contrario, te puedes resentir.
Tu estómago, aunque creas que está a prueba de bombas, no lo está tanto, y si empiezas a hacer ejercicio antes puedes tener molestias en el estómago, como ardores, pinchazos y, en el peor de los casos y dependiendo del nivel de esfuerzo que hayas hecho, diarrea. Al final, será peor que si te hubieras quedado en casa tirado en el sofá, tenlo en cuenta.
En el caso del desayuno, los expertos recomiendan que, para hacer ejercicio después del mismo, al menos esperes una hora ¿Por qué? Por una cuestión de nutrientes: cuando te despiertas, tu nivel de azúcar es sangre es bajo, y, una vez desayunas, tarda al menos una hora en metabolizarse en sangre para que tus músculos puedan “alimentarse” de ello.
Tampoco es lo mejor, por ejemplo, pensar que como estás saliendo muy pronto por la mañana no tienes que ingerir nada antes y que tu cuerpo tirará de lo que hayas cenado la noche anterior. Tómate al menos un pequeño snack para no hacer ejercicio con el estómago totalmente vacío, lo cual también es contraproducente.
Una recomendación: si lo que deseas es hacer algo de ejercicio después de haber tenido esa comida con los amigos o con la familia en la que casi no te puedes volver a levantar del sofá, cambia tu rutina de entrenamiento por un paseo a buen ritmo, lo que favorecerá la circulación de la sangre y, por tanto, tu digestión.