Uno de los errores más comunes que cometemos cuando comenzamos una dieta es la de cortar por lo sano (nunca mejor dicho), y de golpe y porrazo, con esos placeres culinarios que, aunque perjudiciales, nos dan la vida. Adiós a los fritos, los carbohidratos, los azúcares, las grasas… Sin embargo, ¿estamos haciendo bien en eliminarlos tajantemente de nuestras vidas de un día para otro como si de un exnovio se tratara?
“No se cogen nueve kilos de la noche a la mañana, así que no pretendas perderlos de esta manera”, apunta sabiamente Albert Matheny, dietista, personal trainner y fundador de Soho Strength Lab. Exacto. ¿Acaso se aprueban unas oposiciones estudiando solo el día de antes?
Las dietas son una carrera de fondo, lo queramos o no. Y para poder llegar a meta, las recompensas son fundamentales. Y las gastronómicas también. “Lo más importante cuando uno está buscando perder peso es encontrar una dieta que pueda cumplir a largo plazo”, se desprende de un estudio llevado a cabo por una decena de investigadores de la Universidad de Toronto que, desde 2014, trata de dar con la dieta perfecta. Y sí llevan cuatro años para dar con la respuesta definitiva, pero démosles su tiempo.
En otras palabras, si prescindir de ciertos alimentos va a hacer que tus nuevos hábitos culinarios se te hagan cuesta arriba, es mejor que los incluyas en forma de recompensa. "Si no puedes comer de una cierta manera durante el resto de tu vida, esa dieta es un ejercicio inútil”, remarca Tim Church, jefe médico de ACAP Health Consulting y profesor de Medicina Preventiva en el Pennington Biomedical Research Center de la Universidad Estatal de Louisiana.
No obstante, de todos es sabido (o no) que las mejores dietas son aquellas en las que no se elimina ningún alimento, sino que se equilibra su ingesta. Y de hecho, la dieta mediterránea ostenta el número uno en cuanto a facilidad para adaptarse a ella.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. ¿Cómo gestionar estas recompensas para que no echen por tierra todos los kilos perdidos y la confianza ganada? Muy fácil. No debes verlas como un capricho o como algo que no va a repetirse a corto plazo. Debes incluirlas en tu dieta. Un error muy frecuente es desayunar, comer y cenar siguiendo a rajatabla nuestro menú saludable y, a deshoras, lanzarnos a los brazos del primer bollo que pase por nuestro lado. ¡Error!
¿Quieres ese bollo? Muy bien, pero inclúyelo dentro del menú. Tras una ensalada mixta y un pescado al horno con verduras, cómetelo. Pero sin remordimientos ni miramientos. De hecho, esa delicia hará que te comas los dos primeros platos con una sonrisa en los labios sabiendo lo que te espera después. Por lo tanto, la clave para disfrutar de esos antojos es no considerarlos como una recompensa en sí, sino como parte fundamental de tu alimentación.
Pautas para disfrutar de dichos antojos
- No los comas entre horas
Lo dicho. Inclúyelos en tu dieta.
- Mide la cantidad
Que te comas un helado de chocolate después de comer no quiere decir que te comas la caja entera. En el equilibrio está la virtud. Uno y no más. Grábalo a fuego en tu memoria.
- No los dejes solo para el fin de semana
Otro error. Hay dietas que te permiten un día libre para que comas todo lo que quieras. Mala idea si lo que buscas es acostumbrarte a comer de manera sana y equilibrada. En una alimentación saludable no hay vacaciones. El problema de esos días libres es que das rienda libre a todos tus deseos gastronómicos ocultos en muy poco tiempo y tu organismo no lo digiera de la misma manera.
Ventajas de las recompensas gastronómicas
- Evitarás los atracones
Al poder disfrutar de pequeños antojos todos los días, no tendrás la necesidad de comer sin medida. Algo que está directamente relacionado con lo que os decíamos de los días libres. Irás saciando poco a poco, y en su justa medida, esa vocecita que te dice que huyas de la lechuga y la pechuga de pollo.
- Dejarás de idealizar los alimentos ‘prohibidos’
¿Te suena eso de que todos queremos lo que no tenemos? Al obtener tu dosis diaria de comida menos sana, ya no la tendrás en un pedestal y, te avisamos, de que con el tiempo incluso podrías terminar cansándote de ella.