La frase que más veces escucha un camarero en plena temporada estival es la siguiente: “Jefe, ponme una botellita de agua, pero bien fría, ¿eh?”. Dejando de lado lo de llamar “jefe” a ese pobre estudiante universitario que se gana cuatro duros paseando una bandeja, el protagonista de ese topicazo va a seguir teniendo la misma sensación de sed segundos después de beberse la botella de agua entera.
No hay mito más extendido en el mundo (puede que el de que el tamaño no importa) que el del agua fría y el verano. ¿Qué hace todo hijo de vecino cuando comienza el calor? Meter en la nevera todo un arsenal de botellas de agua. ¡Error! Lo siento, amigos. Id haciendo hueco en la despensa porque hoy aprenderemos por qué no debes beber agua fría si lo quieres es saciar tu sed (de venganza).
Todo es cuestión de biología
Cuando un ser humano siente la necesidad de beber agua es porque ha perdido, al menos, un 1 % de los fluidos corporales. El hipotálamo, esa glándula del cerebro con seminombre de animal, detecta una pérdida acuosa en las células y manda señales a nuestra materia gris para que le ponga solución. En verano, debido a las altas temperaturas, perdemos un porcentaje mucho mayor por el mero hecho de sudar. Con cada gota de sudor, nuestro organismo vuelve a demostrarnos que es homeotérmico. ¿Lo qué? En palabras sencillas, podríamos decir que nuestro cuerpo es tan listo que funciona como un termostato. En invierno tiritamos para entrar en calor y en verano sudamos para enfriarnos. El problema es que si no ingerimos líquidos, podemos deshidratarnos.
El agua fría actúa de forma contraria a la que creemos
Una vez que nuestro organismo nos ha mandado las señales de que estamos sedientos (sudor, cansancio y seguramente la boca seca), debemos beber agua. Y he aquí donde todos fallamos. Al subir la temperatura corporal, tenemos la falsa impresión de que cuanto más fría esté, más nos saciará y refrescará. Al contrario.
El problema de ingerir agua fría es que es absorbida casi al instante por nuestro aparato digestivo sin posibilidad de llegar a la superficie de nuestra piel y refrigerarnos. Es agua que cae en saco roto. Ni recuperamos el líquido perdido por el sudor ni nos sentimos saciados.
Por ejemplo, si nuestra temperatura corporal es de 37 grados e ingerimos un vaso de agua que está a 3 grados, la diferencia térmica provocará que nuestro organismo gaste energía para hacer frente a ese cambio radical de temperatura. Energía que, como ya habrás adivinado, se transforma en más calor.
Además, consumir bebidas extremadamente frías puede derivar en problemas faríngeos o incluso en gastroenteritis. De nuevo, esto se produce por la diferencia de contraste entre nuestra temperatura y de la los líquidos que ingerimos. Ah, y no seáis listillos y pidáis agua del tiempo con hielo. Tampoco vale.
Tómate tu tiempo
Otro punto a tener en cuenta es que no debemos engullir el agua. Es muy común coger una botella y bebérnosla como si de un chupito se tratase. Mala opción. Beber de forma moderada y cada 20 o 30 minutos es la mejor forma de mantener nuestro organismo hidratado y sin cambios bruscos de temperatura.
¿Y qué pasa con las bebidas calientes?
Como ya sabrás, los beduinos (quienes habitan los desiertos de Arabia Saudita, Siria, Jordania, Irak e Israel) consumen abundante té. ¿El motivo? La temperatura de este está unos grados más caliente que la de nuestro cuerpo, por lo que nos hará sudar y nos refrescará. Si a eso le sumamos la ingesta de agua templada, conseguiremos librarnos de la sensación de calor y de la sed. Pero repito, de nada servirá beber solo agua caliente porque acabarás deshidratado de tanto sudar. Tendríamos que combinar con templada.
El truco final
Sin embargo, si lo que quieres es sentir la sensación del agua helada en tu organismo, lo mejor es que cojas un hielo y lo chupes. En serio, no es broma. Es un trampantojo con el que engañarás a tu cerebro. Mientras se deshace en tu boca, el agua que ingieras ya no estará tan fría y servirá para hidratarte con mejores resultados.
Aunque, visto lo visto, lo mejor es hacer frente a las altas temperaturas eligiendo beber agua templada. En el punto medio está la virtud, queridos veraneantes. Ni hirviendo ni congelada. ¡Al agua patos!