"El hambre es un impulso manipulable y transformable. Hay que pensar en qué comer, cómo preparar o condimentar los alimentos, lo que en inglés se denomina mindfull eating", explica Adelardo Caballero, Director y coordinador del Instituto de Obesidad.
El quid de la cuestión está en ser conscientes de lo que comemos y entrenar nuestra cabeza a mantener el control, a usar técnicas que nos ayuden a distinguir entre hambre real y las ganas de comer, ya que aunque "la sensación de hambre es una sensación subjetiva que depende de factores como los niveles de glucosa en sangre, ghrelina y otras hormonas que actúan sobre el cerebro, también es una sensación elaborada por las costumbres y las sensaciones de placer", especifica el especialista. El hambre es una sensación fisiológica necesaria, pero las ganas de comer son un proceso de influencia social, lo que convierte muchas de las ingestas en innecesarias.
Pero una cosa es la teoría y otra muy diferente dar en el clavo y conseguir nuestros objetivos. Mientras aprendemos a distinguir los impulsos que nos llevan directos a la nevera del hambre verdadero, podemos apagar el apetito engañando o "toreando" a nuestro cerebro con pequeños trucos y así acelerar la pérdida de kilos.
1.- Si comemos varias veces al día disminuimos los baches de hambre y mantenemos una sensación continuada durante todo el día.
2.- Comer despacio también ayuda a conseguir sensación de saciedad temprana, y reduce el tiempo de hambre. La saciedad tarda varios minutos en aparecer desde que empezamos a comer y debemos parar antes de que llegue.
3.- También ayuda beber agua antes de las comidas para disminuir el hambre.
4.- Aumentar el consumo de fibra para sentirnos saciados, no hacer la compra con hambre o mantenernos ocupados, con las emociones a raya, son opciones que tampoco fallan.
De algún modo hay que controlar los impulsos mediante hábitos correctos que deriven la atención a otras actividades que llenen el tiempo libre. Así pues, mucho deporte y ¡feliz dieta!