Aunque está fórmula es en la que tenemos que basar nuestro camino, es muy importante que éstas dos variables trabajen juntas, la una para la otra. Si comes mucho y entrenas poco, engordarás, pero si comes poco y entrenas mucho, tendrás carencia y bajo rendimiento en tu entrenamiento.
Veamos qué pasa has decidido “dejar de comer” y empezar a entrenar como si no hubiera un mañana.
Si eliminas la ingesta de después de entrenar
Mucha gente piensa que si come después de entrenar, estará reponiendo las calorías que acaba de quemar, dejando su equilibrio calórico a cero. Es decir, se piensa que ni adelgazará ni engordará.
La verdad es que después de un entrenamiento, el cuerpo se ve obligado a usar los nutrientes para repararse y curarse. De modo que, un tentempié saludable como algo de verdura, o fruta, dará a tus células lo necesario para recuperarte del ejercicio, sin afectar a tu peso negativamente.
Estarás cansado todo el tiempo
Puede haber varios motivos por los que veas que no rindes como deberías. Desde el estrés, falta de sueño, hasta comer poco.
Incluso en reposo, tu cuerpo necesita calorías para realizar las funciones vitales básicas (respirar, mover el corazón, la circulación, etc.). Si eres relativamente sedentario, tu cuerpo necesita aproximadamente 20 calorías por cada kilo de peso corporal. Esto quiere decir que si pesas 60 kilos, necesitarás ingerir al menos 1.200 calorías al día. Si recortas demasiado la ingesta, te sentirás cansado, sin ganas de nada, e incluso más irritable.
Enfermas demasiado
Una alimentación irregular y desequilibrada debilita tu sistema inmunológico y hace que enfermes con mayor frecuencia. Si esto te pasa a ti, es hora de que analices tu alimentación. Pregúntate si recomendarías la dieta que estás llevando a algún ser querido, y te darás cuenta de lo bien o mal que lo estás haciendo.
Tienes miedo a la comida
Cuando quieres perder peso, eres consciente de la cantidad de alimentos poco saludables que no quieres meter en tu cuerpo. Pero una cosa es ser consciente, y llevar una nutrición saludable, y otra es vivir completamente obsesionado con cada bocado que te metes en la boca.
Si te encuentras con que no quieres comer aunque tengas hambre, que evitas situaciones sociales que impliquen comer o cenar fuera, o cada vez te estás volviendo más restrictivo, tal vez sea hora de que acudas a un profesional.
Un nutricionista te dirá lo que puedes comer, sin miedo a que te estés pasando y que afecte incluso a tu autoestima. ¿Cuántas veces nos hemos sentido mal tras comer algo que ni siquiera sabíamos si era bueno o malo?