Las pulseras de fitness se han convertido en un objeto habitual en nuestro día a día, hasta el punto de que su industria es, hoy por hoy, una de las que más beneficios económicos tienen.
Sin embargo, para Andy Galpin, profesor de kinesiología del Centro de Deportes de la Universidad de California, las ventajas de estos aparatos no serían tales. En su libro “Desenchufados” trata de explicar por qué estos gadgets están arruinando el entrenamiento.
“Para los principiantes, no es una buena idea dejar las decisiones en manos de una pulsera de este tipo. Las investigaciones han demostrado que estos gadgets pueden tener un 40% de margen de error. Uno de ellos te puede decir que has caminado 100.000 pasos en una semana y que has dormido genial, pero ¿qué significa eso? Solamente te está monitorizando, pero una conclusión errónea de esos datos puede dejar al futuro deportista paralizado y desmotivado”, afirma Galpin en una entrevista.
Lo que defiende Galpin, en términos generales, es volver a sentir lo que nuestro cuerpo nos quiere comunicar, más allá de lo que digan unos algoritmos o unos sensores. “Cada vez que un usuario mira su pulso, lo que ha tardado en hacer un tramo, o la velocidad a la que va, obtiene un chute de dopamina, que es una fuente de placer. Al final se produce que tienen que mirar el dispositivo más veces para obtener más placer, y eso no es sostenible”, explica.
¿Qué se puede hacer entonces? Galpin opta por volver a lo primitivo, y realizar en nuestra cabeza una escala del 1 al 10, donde el 1 sea un ejercicio muy suave, como pasear con el perro y el 10 sea un ejercicio máximo en el que se sienta que el corazón se va a salir del pecho.
La manera de distribuirlo, según propone, sería la siguiente: todos los días hacer algo entre el nivel 1 y el 4; unas cuantas veces por semana entre el 5 y el 6, como correr o levantar pesas; un par de días a la semana llegar hasta el 7 y el 8, haciendo algún circuito intenso o sprints; y, por último, dos veces al mes llegar hasta el 9 y casi hasta el 10, con ejercicios como HIIT o Crossfit.
¿Y una herramienta que se pueda utilizar y que sea buena? “Un espejo”, dice con contundencia Galpin. Es la mejor forma de ver la evolución que pueden tener los cuerpos cuando se trabajan, más allá de los datos (a veces incorrectos) que te puedan dar unos gadgets en la muñeca.