Vamos a ver unos trucos que atacarán directamente esa grasa que tanto cuesta eliminar pese a estar llevando un estilo de vida saludable.
Truco 1: Conoce exactamente lo que comes antes de acostarte
Para entender bien este truco, lo primero que debes hacer es entender la comida como gasolina para el cuerpo. Es decir, por la noche se deben reducir todo lo que se pueda la ingesta de hidratos de carbono, que es nuestra energía más inmediata. Porque, ¿para qué tomar energía si nos vamos a ir a dormir? Además, de ese modo la grasa se convierte en el primer recurso energético a medida que la intensidad del ejercicio disminuye. En resumen, que mientras dormimos también estamos quemando calorías (aunque no os hagáis demasiadas ilusiones porque tampoco hay tanto gasto).
Truco 2: El famoso trabajo en ayunas
Aquí hay gente a favor y otra en contra, pero lo cierto es que a mí sí me ha funcionado. Imagina que acabas de desayunar un tazón de cereales y sales a correr media hora por ejemplo. La energía que vas a gastar será de esos hidratos que acabas de tomarte, así que podemos decir que prácticamente te quedarás igual que has empezado. Sin embargo, si sales con el estómago vacío y haces un ejercicio suave (importante que sea suave), como tus depósitos de hidratos de carbono estarán casi vacíos después de pasar la noche sin comer nada (y quemando, recuerda), entonces será la grasa la encargada de proporcionarte la energía suficiente para tu entrenamiento matutino.
Truco 3: Alimenta tus músculo pero no tu hígado
Es importante que comas hidratos para llenar de glucógeno tus músculos y lograr un desarrollo y crecimiento adecuado. Y vamos con un poco de teoría para comprender esto un poco mejor.
Hay tres tipos de monosacáridos buenos: la glucosa, fructosa, y galactosa. La primera es la favorita de nuestro cuerpo, se almacena como glucógeno, o se transforma en grasa en su defecto.
De ahí la importancia de consumir los hidratos justos para llenar los depósitos de glucógeno, y no dejar nada por ahí que se pueda transformar en grasa.
Por otro lado está la fructosa, que se absorbe muy rápido y va directa al hígado como glucógeno. El problema viene cuando hay excedente (el hígado sólo tiene una capacidad de 100 gr), y también acaba convertida en grasa.
Por eso tienes que vigilar que lo que circule por tu sangre sea glucosa y no fructosa.
Así que, si te está costando perder esos kilillos de más, no dejes de estar lo que estás haciendo y pon en práctica estos pequeños consejos.