Vayamos buscando un esposo o esposa porque el poder del anillo (y no el de Frodo) puede hacer que entremos en esos pantalones que llevan escondidos en el armario desde hace algunos años. “¿Pero no se suponía que el amor engorda y que cuando nos sentimos amados y aceptados físicamente por nuestra pareja ‘nos echamos a perder’?”, os preguntaréis vosotros. Exacto, queridos. Y eso sigue siendo así.
Es decir, las comidas y cenas románticas fuera de casa y las noches apalancados en el sofá con las palomitas, Netflix y la manta van a seguir engordando vuestro trasero. Sin embargo, en el momento en el que uno de los dos decida ponerse a plan, el otro podría experimentar también una bajada de peso razonable. ¿Brujería? No, ciencia.
Di ‘sí, quiero’ a perder unos kilos
En el estudio ‘Randomized Controlled Trial Examining the Ripple Effect of a Nationally Available Weight Management Program on Untreated Spouses’, publicado en ‘Obesity’, se monitorizó la pérdida de peso de 130 parejas casadas (no vale si no hay anillo de por medio) a lo largo de un periodo de seis meses. Cabe destacar que, en todos los casos, solo uno de los cónyuges estaba a dieta y realizaba ejercicio. Es decir, que solo uno de los dos estaba a plan, por si quedaba alguna duda.
Sin embargo, los investigadores descubrieron que, aproximadamente, en un tercio de los casos, el otro miembro de la pareja había perdido un tres por ciento o más de su peso sin proponérselo. Además, también se dieron cuenta de que la velocidad a la que lo hacían era la misma. ¿Por qué sucede esto?
Según Amy Gorin, profesora de psicología del comportamiento en la Universidad de Connecticut y autora principal del estudio, la culpa la tiene el llamado efecto dominó: “Cuando una persona cambia su comportamiento respecto a su salud y alimentación, la gente que le rodea también lo hace. Da igual la forma en la que la persona haya decidido iniciar un nuevo modelo de vida más sano e incluso da lo mismo que no lo haya compartido con los demás. Lo cierto es que sus nuevos hábitos saludables impactan irremediablemente en sus familiares y amigos más cercanos”.
Juntos en la salud y en la dieta
Por lo tanto, estos datos sugieren que la pérdida de peso puede extenderse dentro de las parejas y que seguir un estilo de vida saludable tiene efectos de pérdida de peso más allá del individuo tratado.
“La forma en la que cambiamos nuestros hábitos deportivos y nuestra alimentación puede afectar también negativamente a los que tenemos alrededor. Sin embargo, en el lado positivo, nos encontramos con que nuestras parejas se sienten estimuladas por nuestro nuevo comportamiento y se unen a él. Y la mayoría de las veces lo hacen de manera inconsciente. Simplemente y por el mero hecho de convivir, a veces acaban adoptando nuestros mismos gustos, rutinas, aficiones…”, concluye Gorin.
Vaya, lo que se conoce como no llamar al Telepizza cuando tu marido está a dieta y comerte la misma ensalada (pero cuidado con algunas de ellas) que él por deferencia. Y claro, pues así acabáis adelgazando los dos. Blanco y en botella.
De tal palo, ¿tal astilla?
Aunque este estudio solo se centra en parejas casadas, lo cierto es que entre sus conclusiones no se descarta que todos los miembros que viven en una misma casa puedan ‘sufrir’ el mismo efecto dominó. Así lo deja caer (nunca mejor dicho) la profesora que lideró el estudio: “Aunque no tenemos datos que lo corroboren, no sería de extrañar que este ‘modus operandi’ se hiciese extensible a hijos, por ejemplo. Pero tendríamos que valorar muchos factores. Seguiremos investigando porque también queremos averiguar si los lazos de sangre juegan un papel relevante en este sentido”.
Lo dicho, si quieres perder unos kilos, dile a tu cónyuge que se ponga a dieta y así tú te beneficies del maravilloso efecto dominó. Que así te parecerá que es menos duro. De nada.