En los últimos años, las investigaciones en el ámbito de la psicología señalan que un evento traumático no solo tiene que ver con presenciar actos de terrorismo, conflictos armados, catástrofes naturales o graves accidentes. Un asalto, robo, violación o maltrato, un despido, desempleo de larga duración o la muerte accidental de un ser querido pueden implicar también Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Y este, a su vez, influye en el riesgo de obesidad de las mujeres, según un reciente estudio de la Universidad de California, presentado ante la American Heart Association.
“Se sabe poco sobre cómo influye en la obesidad de las mujeres los sucesos negativos y traumáticos. Sabemos que el estrés afecta al comportamiento, como comer poco o comer en exceso, así como a la actividad neurohormonal, que aumenta la producción de cortisol, que a su vez está relacionada con el aumento de peso”, explica la cardióloga y coordinadora del estudio, Michelle A. Albert.
Los investigadores analizaron una muestra de 21.904 mujeres de mediana edad, de las cuáles un 23% tenía obesidad. Y midieron en ellas dos tipos de estrés: los “eventos traumáticos” (que podrían incluir desde la muerte de un hijo a una agresión física o diagnóstico de enfermedad grave) y los “eventos negativos” sucedidos en los últimos cinco años (que incluían robos o desempleo de larga duración). A partir de aquí compararon esa información con su índice de masa corporal.
Trauma y obesidad
Este estudio descubrió que las mujeres que habían sobrevivido a más de un evento traumático en su vida presentaban un 11% más de probabilidades de ser obesas que las mujeres que no lo habían sufrido. Y quienes habían pasado por cuatro o más eventos negativos tenían un 36% más de posibilidades de aumentar de peso, frente a las mujeres con una vida tranquila.
“Nuestras conclusiones sugieren que el estrés psicológico causado por situaciones negativas y traumáticas representa un factor de riesgo importante en los cambios de peso y, por lo tanto, deberíamos considerar la inclusión de la evaluación y el tratamiento del estrés psicológico en el control de peso. Es un descubrimiento importante, porque las mujeres viven más tiempo y tienen más riesgo de sufrir enfermedades crónicas relacionadas con la obesidad, como ataques cardíacos, un accidente cardiovascular, diabetes o cáncer”, señala la coordinadora de la investigación.
Los síntomas del TEPT implican malestar psicólogico intenso prolongado durante meses, evitación de estímulos asociados al trauma, pérdidas leves de memoria, sensación de distanciamiento de los demás, comportamiento irritable, problemas de concentración y de sueño, y en ocasiones “flashbacks” o recuerdos repentinos del suceso traumático. Si a esto añadimos que el estrés influye en los patrones de alimentación, la elección de una comida “palatable” (adictiva) y poco saludable desajustará aún más el metabolismo de la glucosa, la sensibilidad a la insulina y otras hormonas que influyen en la obesidad.
En estos casos de sufrimiento anímico, los científicos explican que la comida se ingiere no por necesidad fisiológica, sino por necesidad psicológica, como si fuera una “compensación” ante los eventos negativos sufridos. Y aquí es donde los profesionales de la nutrición y la psicología pueden intervenir: si se pretende bajar de peso habrá que curar primero las heridas de la mente, porque, de lo contrario, el cuerpo nunca podrá recuperarse del trauma.