Falta de espacio, posturas forzadas, sueño más ligero por los movimientos o sonidos del otro... dormir en pareja puede no ser tan idílico como lo pintan. A veces compartir nuestras horas de sueño con otra persona afecta a nuestra salud.
“Es muy común que haya parejas que no coincidan en cuanto a las necesidades de dureza del colchón, que cada uno soporte una temperatura distinta y compartir un edredón no sea la mejor idea, que uno prefiera dormir con luz y otro a oscuras…, en esos casos el tálamo conyugal deja de ser un remanso de paz para ser una cuna de conflictos que genera estrés y un sueño poco reparador, con los consiguientes cambios de humor e irritabilidad”, asegura el doctor Juan Carlos Serrano, Psicólogo de Arts & Go.
El origen de muchas peleas conyugales tienen lugar en el dormitorio por el trozo de sábana que le corresponde a cada uno. En estos casos lo mejor es dejar correr el aire y separar las camas, al fin y al cabo hacerlo en una común no es tanto una cuestión de beneficios como de una costumbre muy arraigada, pues como asegura el psicólogo, “es la sociedad la que marca una distorsión cognitiva que dice que en caso de dormir separados es que la pareja no va bien, la presión social obliga a que compartamos la cama”.
Esa “obligación” nos hace olvidar nuestras propias necesidades y acaba convirtiéndose en un foco de problemas tanto psíquicos como físicos, pues reducir nuestro espacio para compartirlo o dormir siempre del mismo lado, con la misma postura, puede producir dolencias musculares. Por otro lado, no descansar lo suficiente, que nos interrumpan el sueño, puede derivar en falta de concentración, pérdida de memoria, reducción de rendimiento…
A pesar de todo, dormir en pareja es lo más habitual, si bien últimamente las ventajas de una separación física durante las horas de sueño cobra cada vez más fuerza. El especialista recuerda que el tamaño de las camas ha ido cambiando según evoluciona el concepto de relación duradera, el 1’35m de las antiguas camas matrimoniales se han convertido en 1’50m o dos metros que reivindican el espacio de cada uno.
Sin embargo, la recomendación del experto en casos de necesidades diferentes es optar por camas individuales, incluso de estancias distintas si hablamos de apnea o trastornos del sueño que pueda frenar el descanso del otro.
En cualquier caso, los románticos que no se resisten a dormir abrazados también deben saber que no todo son inconvenientes. Hay estudios que aseguran que descansar acompañado cuando el vínculo es estrecho y los dos lo desean refuerza nuestra seguridad, aumenta la oxitocina y reduce el estrés.
En caso de diferencias lo mejor es buscar los brazos de Morfeo por separado y considerar la opción de las dos camitas. Juntos pero no revueltos.
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