Estéticamente no son muy bonitas y, según los que las han probado, tampoco la comodidad parece ser una de sus virtudes. El diseño de las máscaras con las que vemos entrenar a algunos deportistas bien podría estar sacado de un cómic de ciencia ficción o de una película donde los protagonistas son criaturas monstruosas, pero lo cierto y verdad es que su función no es la de resultar agradables a la vista ni ser tan cómodas que se pueda dormir con ellas.
Las máscaras de hipoxia, como así se llama a estos aparatos que se sitúan sobre la cara cubriendo boca y nariz, están pensadas para reducir los niveles de oxígeno que entran en el aparato respiratorio de los deportistas. A bote pronto, parece una locura: ¿a quién se le ocurriría rebajar la cantidad de oxígeno cuando está practicando deporte? Sin embargo, las máscaras de hipoxia podrían ayudar a mejorar el rendimiento personal de quien ha entrenado con ellas.
La idea de reducir la cantidad de oxígeno para mejorar las aptitudes no es nueva y, de hecho, hay reportes que informan de ella en la Unión Soviética de los años 80. Por aquel entonces, la hipoxia se empleaba para preparar a personal militar y astronautas que debían estar en óptimas condiciones físicas debido a su desempeño laboral. Ahora, esta técnica ha dado un paso más allá y se ha colado en el sector de la medicina deportiva.
La teoría sobre la que se basa la hipoxia es muy sencilla: si el cuerpo se acostumbra a trabajar con niveles de oxígeno más bajos de lo habitual, cuando se active en mejores condiciones se sentirá mucho más liberado y tardará más tiempo en presentar síntomas de fatiga. Dicho en otras palabras, sería como poner a nuestro organismo a ‘dieta de oxígeno’ reduciendo la cantidad que respiramos para adecuarlo a situaciones críticas que luego puede superar sin dificultad.
Los principales efectos de la hipoxia
Conviene recordar que este tipo de entrenamiento no es apto para todas las personas y requiere de supervisión especializada para que no suponga riesgos para la salud. En los deportistas donde el tratamiento bajo en oxígeno está aprobado, los principales efectos que presenta la hipoxia son de dos tipos, ambos derivados de la activación de un grupo proteico denominado HIF-1A a causa del déficit de oxígeno:
- Se moviliza la producción de glóbulos rojos, sustancias de la sangre encargadas de transportar el oxígeno que necesitan nuestras células. Este impulso generador se logra gracias a la proteína eritropoyetina –más conocida como EPO–.
- Se promueve la formación de capilares en el tejido muscular, lo que consigue que el oxígeno acceda más fácil y rápidamente a todas las células. La responsable de esta consecuencia es la proteína VEGF.
Una cuestión de altura
En la Tierra, cuanto mayor altitud se registra menor es la cantidad de oxígeno que se encuentra en el aire. Por eso, la hipoxia simula condiciones de alta montaña que ayudan a los deportistas a mejorar su rendimiento a nivel del mar. La aclimatación a esta reducción de oxígeno ha de hacerse de manera gradual para que el cuerpo se vaya acostumbrando poco a poco.
Si a nivel del mar la composición del aire que respiramos contiene unos valores aproximados de 80 % de nitrógeno y 20 % de oxígeno; al simular una atmósfera situada a unos 3.000 metros de altura la cantidad de nitrógeno aumenta hasta el 85 % y la de oxígeno se reduce al 15 %.
El porcentaje de oxígeno que entra en los pulmones se rebaja mucho más cuando se rondan casi los 5 kilómetros de altitud, llegando al 11 % frente al 89 % de nitrógeno. En este caso, al aparato respiratorio llega casi un 50 % menos de oxígeno que en el caso de entrenar a nivel del mar.
Recuerda: es muy importante que no realices estas prácticas sin supervisión de un profesional.