Esta es la triste historia del común de los mortales que atisba la amenaza del verano y, de nuevo, ya llega tarde a la Operación Bikini. Se apunta al gimnasio e incluso entra, es capaz de salir a trotar algún día con sol… y llega a las cañas del domingo después de hacer su serie de abdominales y dominadas… Pero la aguja de la báscula no se mueve. ¿Dónde está el problema?
Según los investigadores del Departamento de Fisiología Molecular y Biofísica de la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos), el problema está en cómo reacciona el cerebro ante un sobresfuerzo fisico, que nos provoca más hambre y nos hace ahorrar energía en otros momentos del día, cuando estamos en reposo. Y esto se explica en el estudio publicado en el último número de la revista Diabetes, donde plantean que basar la pérdida de peso solo en el ejercicio no va a funcionar.
Ratones a la carrera
Para demostrarlo, analizaron el comportamiento de ratones con rayos de luz infrarroja y un avanzado software que analizase el mapeo de los patrones diarios de movimiento. Así podían registrar, en el interior de la jaula metabólica, cuánto tiempo dormían los ratones, cuánto corrían en la rueda o cuánto deambulaban o descansaban.
Durante cuatro días, a un grupo de ratones jóvenes y sanos les dejaron explorar la jaula, con la rueda bloqueada. Y durante los nueve días siguientes desbloquearon la rueda, para que corriesen hasta aburrirse.
Algunos ratones encontraron esto divertido y se pasaron el día corriendo, hasta el punto de aumentar su gasto energético, aunque no aumentaron su consumo de comida. Lo que sí cambió fue su forma de moverse “después” de hacer ejercicio en la rueda. Si antes daban largos paseos en el espacio disponible, ahora solo deambulaban brevemente y descansaban cuando no estaban en su rueda.
¿Qué hizo a los ratones volverse más perezosos? Pues posiblemente lo que sospechan que pasa a los humanos: ahorro energético. Cuando el cerebro de los ratones notaba ese sobresfuerzo físico mandaba una señal para que en los tiempos libres no se movieran tanto.
Estos cambios en el comportamiento indican una estrecha relación entre las ganas de correr en la rueda y la actividad en reposo, que a su vez repercutía en el gasto energético. Si los ratones aumentaran su consumo de alimento, precisamente por esa carencia, no conseguirían perder peso a pesar del aumento de ejercicio realizado corriendo en la rueda de la jaula. Y lo mismo -o similar- pasaría con aquellos humanos que empiezan a realizar ejercicio físico, pero se “compensan” con horas de descanso en el sofá o un aumento descontrolado en la alimentación y la ingesta de calorías.