1.- Nos apuntamos a uno que está lejos de casa: según diversos estudios estadounidenses, el tiempo que estamos apuntados en un gimnasio es directamente proporcional a la distancia que nos pilla de nuestra casa o del lugar de trabajo. Cuanto más lejos esté, más pronto nos entrará la pereza y, por tanto, antes lo abandonaremos.
2.- Descansar en exceso entre ejercicio y ejercicio: si has estado en el gimnasio, sabrás que un excelente lugar para hacer de relaciones públicas. Por ello, seguro que aprovechas entre serie y serie para hablar, guasapear, mirar Facebook, subir una foto de tu sudor a Instagram… Total, que se te van 15 minutos, y eso es un gran error, puesto que el descanso óptico entre ejercicios es de unos 60 segundos. Más tiempo comienza a ser contraproducente para tus músculos.
3.- Acabas tu tabla de ejercicios y te vas ¿verdad?: claro, para qué te vas a quedar 10 minutos más en el gimnasio más estirando los músculos que has trabajado durante el entrenamiento. Esta parte es fundamental si no quieres que, en el momento menos pensado, sufras cualquier tipo de rotura de fibras que te deje en el dique seco. Y entonces te acordarás de todos los 10 minutos que no dedicaste a aliviar la tensión muscular por salir rápido del gimnasio (aunque igual estabas huyendo del que estaba dando palique en su descanso ¿no?)
4.- Hablando de tabla de ejercicios ¿la usas?: es un error típico del principiante del gimnasio. Llega, se apunta, y se pone en la elíptica o en la bici de spinning como si no hubiera mañana. A la media hora se aburre y se va. Lógico. Una tabla de ejercicios diseñada por un monitor te obliga de una manera indirecta a acabarla y, por tanto, hacer más ejercicio que si fueras por libre. Si te da corte pedírsela, quítate la vergüenza, porque a medio plazo notarás la diferencia entre hacerlo o no.
5.- No descuides la hidratación: aunque creas que por estar en un espacio cerrado te deshidratas menos, lo cierto es que no puedes dejar de ingerir bebida mientras haces ejercicio. Lo más recomendable, beber agua. Deja atrás las bebidas isotónicas, ya que muchas de ellas contienen sustancias relacionadas con el azúcar y, además, el metabolismo las procesa de una manera más lenta que el agua.