Dice la Constitución Española, en su artículo 25.2 que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social” y, en Inglaterra, no iban a ser menos.
A pesar de no contar con una Constitución como tal, Inglaterra también dispone de principios para reinserción social de los expresos, y eso lo saben bien en los gimnasios Hard Yard de la capital londinense, donde parte de sus empleados han pasado antes por el talego.
La historia comienza cuando los dueños de la cadena Hard Yard deciden hacer una visita a una prisión londinense. Es ahí donde se dan cuenta de que los presos que están dentro se encuentran realmente en plena forma a pesar de no tener un gimnasio en condiciones dentro del centro penitenciario.
Los reclusos se habían creado sus propias rutinas de entrenamiento utilizando para ello su peso corporal, así que, aunque lo hubieran tenido, tampoco necesitaban realmente un equipamiento demasiado sofisticado.
Los dueños de Hard Yard llegaron a una conclusión rápida: llevar estos entrenamientos a la calle y hacerlo con los propios reclusos una vez estos salieran de prisión. Así nació la primera cadena de gimnasios cuyos monitores son exconvictos que están plenamente integrados en la sociedad y que han encontrado en la actividad física su manera de volver a estar en contacto con el mundo real.
También hay monitores que aún están cumpliendo pena y solo tienen que volver a la prisión a dormir o están en vigilancia controlada. Por eso, por ejemplo, nunca verás en las fotos de los perfiles sociales de Hard Yard el rostro de ninguno de ellos: siempre aparecen dando la espalda o con un gorro en la cabeza.
“Olvídate de los trucos. Nuestros entrenadores empezaron con esto en las celdas de la prisión, con muy poco espacio y casi sin equipamiento, así que ellos saben de sobra el poder de nuestro propio peso corporal y una mente concentrada en el ejercicio. Te haremos saltar, sudar y te esculpiremos”, reza uno de los claims que pueden leer en la web de Hard Yard.
Los dueños de esta pionera idea han llegado a acuerdos con tres cárceles del entorno de Londres para que les “provean” de estos monitores de fitness tan particulares. La selección de personal la hacen desde dentro, y hay auténticos cazadores de talento para detectar quiénes son los mejores futuros entrenadores.
Los entrenamientos, además, se realizan en un entorno urbano, y muy pocas veces en una sala de gimnasio al uso. Duran 45 minutos, lo justo para darte un buen machaque físico a manos de un exprisionero. ¿Te atreverías a decirle que no vas a hacer un ejercicio porque te parece muy duro?