Desde el punto de vista emocional, para mí son tan necesarias la una como la otra. Salir a correr te genera esa sensación de libertad y descarga que pocas cosas consiguen.
La producción de endorfinas se dispara y la sensación de después es realmente de las más gratificantes. Te sientes bien contigo mismo, te sientes más fuerte y afrontas de otra manera cualquier cosa que te venga por delante.
Este es uno de los motivos por el que siempre animo a la gente a correr. Tengo la certeza de que las zapatillas pueden ser el remedio de muchos males psicológicos de nuestra sociedad, como la depresión, la ansiedad, etc.
El yoga, sin embargo, nos ayuda a frenar un poquito el ritmo de vida y dedicar un tiempo a conectar con nosotros mismos. Hoy en día, la sensación de ir corriendo a todos lados, es generalizada. Queremos hacer más cosas de las que podemos, en un mundo además repleto de distracciones. ¿Cuántas veces habéis escuchado en los últimos tiempos la frase 'necesito días de 30 horas'?
Nos cuesta parar, y la práctica del yoga en cualquiera de sus vertientes, más física o más meditativa, es una de las mejores alternativas para bajar pulsaciones.
La práctica conjunta hace que seamos más conscientes de nuestro propio cuerpo, nuestras fortalezas y nuestros límites. Saber cuándo debemos parar y cuándo podemos seguir más.
Con ellas desarrollamos nuestra capacidad de concentración, nuestra fuerza de voluntad y el espíritu de lucha. Esto lo podemos aplicar a muchos ámbitos de nuestra vida diaria y, en especial, en esos momentos en los que nos fallan las fuerzas corriendo y es la mente la que debe ser fuerte y decir: yo puedo y voy a seguir adelante.
Desde el punto de vista físico son todo ventajas
La principal y más importante es que disminuye el riesgo de lesiones, y esto se produce en ambas direcciones. Gracias a la práctica de las asanas, nuestro cuerpo goza de mayor flexibilidad y amplitud de movimiento, con lo que es más difícil lesionarse corriendo.
Pero en sentido inverso, también: el cuerpo de un corredor es más fuerte que el de una persona sedentaria y a la hora de practicar yoga podrá realizar posturas más exigentes sin riesgo de lesionarse.
Practicar yoga fomenta la conciencia sobre un acto tan cotidiano como respirar. La práctica de la respiración (Pranayama) va a hacer que tengamos un mayor dominio sobre una respiración controlada y eficaz.
Correr a su vez incrementa nuestra capacidad aeróbica. Gracias a la combinación de potencia y control en la respiración, aumentará nuestra resistencia y conseguiremos disminuir la presencia del el famoso flato de los corredores.
No sólo mejora nuestro sistema respiratorio e inmunitario, sino que nos ayuda a oxigenar mejor la sangre, reduciendo la concentración de ácido láctico. Dicho de otro modo, tendremos menos agujetas.
Más específicamente, en el Yoga se trabaja muchísimo con posturas que involucran la flexibilidad de las caderas y del psoas, lo que nos va a ser muy favorable a la hora de evitar una de las más extendidas lesiones en los corredores. Además el trabajo de la zona central del cuerpo va a proporcionarnos mayor estabilidad y eficiencia de los movimientos en carrera.
Aquí os dejo una secuencia de saludo al sol con variaciones sobre la postura del guerrero, que complementa perfectamente una sesión de Yoga para después de correr. Lo ideal sería mantener cada postura durante al menos 15 segundos y realizar varias veces alternando la pierna.