Lunes, ocho de la mañana, suena el despertador, te levantas de la cama y las piernas se quejan pero una sonrisa se dibuja en tu cara. Eres finisher de un Maratón.
En el trabajo rememoras cada uno de los 42.195 metros recorridos, repasas la clasificación, los parciales, buscas tus fotos y tu vídeo de llegada, subes un par de imágenes a Instagram mordiendo la medalla, te sientas en el sofá después de cenar y una sensación de vacío te invade lentamente.
Esto puede que te suceda o no, pero es más habitual de lo que mucha gente cree. Es lo que Murakami (y puede que antes algunos otros) denominó como 'la depresión del corredor' o 'Runner blues'.
Es normal que, tras un esfuerzo físico y mental tan grande como preparar un maratón, se produzca esta especie de vacío. Ya has logrado tu objetivo y se presenta un horizonte de incertidumbres donde no sabes muy bien hacia dónde dirigirte.
Primera opción: descansar. ¡Sí! Aunque parezca increíble puedes tomarte un descanso. Aparca las zapatillas por una temporada. Dedícate a otras cosas. Hay un mundo de posibilidades más allá del running. Además tu cuerpo te agradecerá todo el descanso que le des.
Segunda opción: aprovecha la 'súpercompensación'. ¿No sabes lo que es? Explicado rápida y malamente, es un subidón en tu estado de forma que se da entre dos y tres semanas después de haber acabado un ciclo de entrenamiento como el que se hace para el maratón.
Mucha gente aprovecha este pico de forma para correr un 10.000 ‘a fuego’ y conseguir su mejor marca personal. Aunque os suene a coña, la 'súpercompensación' existe, ¡yo la he sentido en mis piernas!
Tercera opción: busca un nuevo objetivo. Si no te gusta estar parado y tu cuerpo te pide 'marcha', busca un reto al que enfrentarte. Eso sí, dale un poco de tregua a tu organismo.
42 kilómetros no se recuperan de la noche al día y puede que si te dejas llevar por la 'euforia del finisher', acabes cascando. Además corres el riesgo de quemarte mentalmente.
Enlazar varias preparaciones de retos exigentes puede hacer que te canses de correr. Piensa en lo que te supondrá volver a preparar otra prueba y decide si te compensa o no.
Cuarta opción: La drástica, abandona el running para siempre. Cuatro meses entrenando, unos ochocientos kilómetros corridos y el día D has sufrido como un perro.
Es normal que estés harto, ¿para qué seguir por este valle de lágrimas que es el correr? ¿Qué te parece la petanca? ¿Y el ganchillo? Como podrás comprobar hay un sinfín de opciones tan divertidas o más que correr en las que puedes gastar tú tiempo libre. Elige la que más te apetezca y disfruta de tu nueva vida. Te ahorrarás un pastón en zapatillas y tus articulaciones te lo agradecerán.
Pase lo que pase una vez que acabes el maratón y en los días siguientes, no te lo tomes muy a pecho. Al fin y al cabo, la mayoría hacemos esto por diversión. ¡Así que dedícate a disfrutar!