Desde gente que corre sin él, hasta otros que fotocopian el de algún amigo que ha pagado por su inscripción. Cada vez es mayor el número de runners que participan en carreras populares sin pasar por caja. Sin embargo, este extendido hábito puede tener nefastas consecuencias.
Correr está de moda. Es un deporte que cada día suma más y más adeptos. Su rápida popularización, debido a la escasa inversión económica que requiere su práctica y el hecho de no estar sujeto a un horario, tiene fiel reflejo en la gran cantidad de carreras populares que se celebran cada fin de semana en numerosos pueblos y ciudades de nuestro país. Todo esto ha derivado en una vorágine que se traduce en un mayor número de corredores, más carreras y precios cada vez más elevados por participar en ellas.
Si bien es cierto que en ocasiones los organizadores de las mismas se suben a la parra en cuanto al importe de las inscripciones, esto no justifica que cada vez haya un mayor número de ‘runners piratas’ en las carreras.
Y es que desgraciadamente, cada vez es más frecuente ver a corredores sin dorsal y, en algunos casos, hasta con el dorsal fotocopiado. Una mala práctica que se está convirtiendo en una moda y de la que tal vez se desconocen sus consecuencias.
La organización de cualquier carrera popular, maratón o triatlón, independientemente de la distancia de la prueba, está obligada por ley a contratar un seguro de responsabilidad civil y otro de accidentes, además de encargarse de la correspondiente cobertura sanitaria del evento en cuestión.
De este modo, los responsables de la prueba garantizan, por medio de la inscripción, a los atletas participantes la asistencia médica en caso de que fuera necesaria.
Esto se resume en que todas aquellas personas que corren sin dorsal o con uno falsificado no están cubiertas por dicho seguro y, en caso de sufrir alguna lesión u otro tipo de accidente, la factura correría de su bolsillo.
Y es que erróneamente la gente piensa que como tenemos una sanidad pública la factura la pagará el Estado. Craso error, ya que en esta clase de pruebas, la ley deja bien claro que la asistencia sanitaria correrá a cargo de la compañía aseguradora correspondiente en el caso de los corredores con dorsal o de la persona física en el caso de participar sin dorsal.
Cuestión aparte, aunque no por ello menos importante, es el tema relativo al avituallamiento, sobre todo en carreras de larga distancia como los medio maratones y maratones.
Generalmente, los organizadores de las pruebas hacen una estimación o cálculo de provisiones en base al número de atletas inscritos. Aunque suelen tirar casi siempre por lo alto, si se da la casualidad (no es la primera vez que ocurre) que en una carrera de este tipo participa mucha gente sin dorsal, es probable que el líquido o los diferentes alimentos destinados a combatir el agotamiento y reponer las fuerzas de los corredores ‘oficiales’ se agote y alguien que ha pagado por ello se quede sin el agua o su fruta correspondiente.
Otra cuestión al margen es la relativa a la ética y la moral de cada individuo. Hay quienes opinan que les parece injusto, además de inmoral, tener que pagar para disfrutar de una carrera.
Otros argumentan que no tienen dinero para sufragar la inscripción. Cada cual es libre de hacer con su dinero lo que quiera, pero al igual que pagas la entrada cuando acudes a un concierto, al cine o a ver un partido de fútbol, si quieres tomar parte en una prueba popular deberías pensar del mismo modo. Correr es gratis, pero participar en una carreraen la que hay que pagar por la inscripción, no lo es.