En 2008 el alpinista y anestesista Jeremy Windsor se encontraba escalando el Everest cuando a una altitud de 8.200 metros apareció un hombre, llamado Jimmy, que le acompañó durante todo el día y le alentó para seguir adelante. Después, desapareció sin dejar rastro. Jimmy no era más que una alucinación.
Es sólo un ejemplo de un fenómeno común entre los alpinistas al que se denomina ‘tercer hombre’ y que hasta ahora los médicos achacaban directamente al llamado “mal de altura”, que es resultado de la escasez de oxígeno (hipoxia) y que se experimenta a grandes altitudes. Los síntomas de éste a menudo se manifiestan en conjunción con un edema cerebral, fuertes dolores de cabeza, mareos y alteraciones del equilibrio.
Sin embargo, ahora los expertos del Instituto de Medicina de emergencia de montaña de Eurac Research en Bolzano (Italia) y los psiquiatras de la Universidad Médica de Innsbruck (Austria) han descubierto un nuevo síndrome: la “psicosis aislada a gran altitud” que puede ser una condición médica propia, distinta del mal de altura.
Para llegar a esa conclusión, los investigadores analizaron los datos de 83 episodios psicóticos a gran altura recogidos en la literatura alemana de montaña. De ellos, pudieron extraer distintos síntomas psicóticos, como escuchar voces o ver alucinaciones que estaban vinculados a la altitud, pero no siempre estaban conectados con un síntoma físico de mal de altura o enfermedad mental alguna.
“Las personas que sufren de estos episodios a gran altura están, por lo demás, completamente sanas, no son propensas a la psicosis”, ha explicado Hermann Brugger, director de Eurac Research y autor de la investigación en la revista Psychological Medicine.
“Con este estudio hemos evidenciado la existencia de un grupo de síntomas puramente psicóticos, que están relacionados con la altitud pero que no son achacables a causas fácilmente explicables, como un edema cerebral u otros factores orgánicos, como deshidratación, infecciones o enfermedades orgánicas ", señala Brugger.
Así, mientras el mal de altura se ha detectado a una altitud de 3.000 metros, la “psicosis aislada a gran altitud” parece ocurrir por encima de los 7.000 y, aunque no está claro cuál es exactamente la causa, con qué frecuencia ocurre o si algunas personas son más susceptibles que otras para padecerla, los investigadores plantean la hipótesis de que puede estar relacionada con la falta de oxígeno, el estrés psicológico y el aislamiento o una combinación de estos factores. “Por ejemplo, se sabe que la privación total del contacto social y la soledad durante mucho tiempo puede provocar alucinaciones”, señala Brugger.
Lo que los investigadores sí se atreven a confirmar es que los síntomas desaparecen por completo (y sin consecuencias) una vez que se desciende, aunque los mismos síntomas pueden ser peligrosos si las alucinaciones empujan a un alpinista a cambiar su camino o a asumir conductas de riesgo. “Es importante que los escaladores sean conscientes de este riesgo, que sepan que estas alucinaciones no son reales, que estos efectos son reversibles y que encuentren algunas medidas de respuesta durante sus escaladas”, señala el científico.
Para seguir ahondando en la investigación, los científicos pretenden tratar de simular estos casos de psicosis temporal colocando a voluntarios en cámaras que simulan altitudes extremas, con poco oxígeno y baja presión. Además, en marzo, pretenden colaborar con médicos nepalíes en el campamento base del Monte Everest para averiguar con qué frecuencia se dan estos episodios de psicosis aislada a gran altitud. “Se usarán cuestionarios para recopilar datos de los escaladores que bajan del Everest”, afirma Brugger.