Hace ya unos años que el término ‘feng shui’ llegó a España para quedarse. Sin embargo, este arte ascentral, que busca la mejora de las condiciones ambientales para fomentar la armonía del ser humano con su entorno, quedó relegada a dormitorios y salones. Vaya, que solo nos preocupaba que nuestra cama estuviese bien orientada al sol y que nuestro sofá nos permitiese mirar por la ventana y, al mismo tiempo, ver la última serie de Netflix sin pillar una torticolis. Muy mal, queridos amigos de lo sano y natural.
Ahora también podemos trasladar esos conocimientos a nuestra dieta. Como lo lees. Porque no solo es importante lo que comemos, sino dónde y cómo lo comemos. De ahí, que muchos expertos en este antiguo sistema filosófico chino de origen taoísta, hayan recopilado ciertas normas en cuanto a la decoración y a la disposición de las mesas y los espacios donde cocinamos y comemos. Y vosotros os preguntaréis, ¿acaso voy a evitar un atracón o conseguiré frenar mis ganas de devorar esa bolsa de patatas fritas solo con saber poner la mesa? Sí, y no solo eso. Atentos.
El equilibrio de los cinco elementos
Según el ‘feng shui’, en tu comedor se deben equilibrar los cinco elementos que componen la naturaleza. Estos son la madera, la tierra, el agua, el metal y el fuego. ¿Cómo hacerlo? Muy fácil, a través de materiales y colores. Por ejemplo: servilletas o manteles marrones para la madera, velas para el fuego, color azul o un jarrón con flores para el agua, tonos blancos o grises para el metal y materiales anaranjados o incluso piedras decorativas para la tierra.
Lo realmente importante es lograr que estos cinco elementos den como resultado una mesa atractiva desde el punto de vista gastronómico. Y se consigue de esta manera:
- Vajilla en tonos azules:
Aunque no lo creas, varios estudios han demostrado que el color azul ayuda a relajarse. No solo eso, también produce efectos relajantes y calmantes que conllevan una reducción de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca y respiratoria. ¿Resultado? Adiós a la ansiedad y al estrés por querer engullir y no disfrutar de un delicioso manjar.
- Platos redondos siempre:
Ve tirando a la basura cualquier pieza de menaje cuadrada que tengas. Y todo por culpa de la psicología y de cómo funciona nuestra mente. En nuestro subconsciente, un plato cuadrado nos genera sensación de aprisionamiento y encasillamiento. Algo que no deberíamos notar si ante nosotros colocamos un plato redondo que hace que sintamos que somos libres y capaces de alcanzar lo que nos propongamos. Maldita geometría.
- Plantas y flores
Estampadas en manteles, servilletas o incluso de plástico o naturales para decoración te recordarán que comer no es una carrera de fondo. ¿No has notado que cuando comes al aire libre disfrutas más de cada bocado y tiendes a controlarte más? Todo tiene que ver con el entorno natural y biológico que creamos a nuestro alrededor y que nos lleva afrontar el acto de comer como una necesidad orgánica y saludable y no como un mero trámite para volver a la oficina a las cinco.
- Limpia la mesa antes de comenzar
Y no nos referimos al polvo. Una mesa llena de libros, llaves, móviles, documentos o cualquier otro tipo de elemento hará que te distraigas y no prestes atención a tu comida haciendo que ingieras más calorías de la cuenta, no mantengas un ritmo adecuado… Vaya, que no vas a estar en lo que estás.
- Atentos al orden de llegada de los platos
No pongas toda la comida que has preparado de golpe y porrazo en la mesa porque se te hará la boca agua, comenzarás a picar de un lado y de otro y no pararás hasta que los platos queden vacíos. Tienes que sacar primero las verduras (y si las pones en una fuente, mejor que mejor) y no acercar el segundo plato a la mesa hasta que te hayas terminado tu ración de verde. Después, llega el turno de carnes o pescados y por último, el postre.
Además, si tienes una cocina que se ve desde el comedor, procura que tus ojos no vean el siguiente plato o devorarán con el que estás para pasar al próximo.
- Haz que la fruta sea accesible
Sí, como los edificios. Los humanos somos vagos por naturaleza y lo que debes procurar es que la fruta esté a tu alcance, pero sin esfuerzo. Por ejemplo, déjala en una mesa auxiliar al lado de la del comedor para que no tengas que ir a la cocina a por ella y te dé pereza. Además, pélala antes de empezar a comer por el mismo motivo. Recuerda, la vagancia es un extra que viene de serie con la raza humana.
Y aunque te podríamos dar mil millones más de consejos, si sigues estos y jamás utilizas el color rojo (es una tonalidad que potencia el apetito) en menaje, manteles o decoración, todo irá bien.