Dado que te pasas el día sentado frente al ordenador y lo de ir al gimnasio te lo sueles pasar por alto, que lo sabemos, no te queda otra que procurar comer ligero y saludable para aguantar el resto de la jornada sin desfallecer y evitar que las grasas se acumulen en tu ser como si no hubiese un mañana.
Claro que… ¿estás seguro de que los platos que sirves y recalientas en tu tupper son los adecuados? Si abusas de estos cinco, algo estás haciendo mal. Y tu abdomen y caderas te lo harán saber en breves abultándose a sus anchas.
1. Pasta con ensalada. No te engañes, lo que echas en tu tupper no es, como te gusta presentar, ‘ensalada de pasta’ sino pasta con algo de lechuga y una sobrecargada de ingredientes poco saludables que aportan tanto sabor como calorías.
Cuidado, porque en esta ocasión el orden de los factores sí que altera el producto. Los hidratos de carbono –salvo en sus variantes integrales– ralentizan el metabolismo y el proceso de quema de grasas, de ahí que tu “ensaladita ligera y fresca” se traduzca en interminables minutos de pesadez estomacal, hinchazón y la prácticamente inexistente pérdida de volumen.
No la elimines de tu menú, pero procura controlar el tamaño de la ración y cambia los aderezos y salsas que rezuman azucares y grasas por ingredientes con más fibra como frutas y verduras. Así, sí.
2. Sopas: un peligro líquido. Claro que los caldos caseros – ¡basta de precocinados!– son alimentos sanos y aconsejables en una dieta equilibrada, pero nadie dijo nada de echarles medio kilo de fideos por ración. No.
Que te prepares una sopa de sobre con letras en la que podrías cumplimentar diez veces el abecedario no cuenta como dieta. Elige siempre verduras frescas para hacer tus caldos. Algunas como el repollo son tan sabrosas que podrás hasta olvidarte de añadir a la olla el tradicional y grasiento hueso de jamón.
3. Fritanga de verduras. Aunque a menudo te hagas el loco como si no tuvieses ni idea, la recomendación de la OMS no ha cambiado: debemos incluir en nuestra dieta cinco raciones de verduras y frutas al día.
Las verduras –ricas en fibra, nutrientes, agua y muy bajas en calorías– son la base de cualquier dieta, pero cuidado con cómo las preparas. Por ejemplo, las verduras en tempura rebozadas en harina y pasadas por aceite no son la mejor receta para adelgazar. Otra opción muy recurrente y nefasta para tu dieta es la de embadurnar las hortalizas con bechamel porque –evidentemente– están más ricas que al vapor. Fantástico, has conseguido que tu alimentación light tenga las mismas calorías que un filete empanado.
4. ¡Cuidado con las ensaladas! Cuando nos comprometemos a seguir una dieta equilibrada una palabra resuena en nuestra cabeza: ensalada. Una receta repleta de hortalizas y baja en calorías, lo que las convierte en el plato estrella para adelgazar. Hasta aquí todo correcto, pero... ¿con qué ingredientes aderezas esa receta mágica?
El queso de cabra, la cebolla frita, los picatostes y vinagre balsámico ya te advertimos que no son tus mejores aliados. Si quieres que mascar lechuga sirva para algo, evita acompañarla de alimentos con exceso de grasa, como las salsas o el queso.
5. La invasión de los frutos secos. Hace tiempo que los expertos nutricionistas recomiendan que, de picar entre horas, nos llevemos un puñado de frutos secos a la boca. Son el alimento ideal para saciar el apetito y un aderezo increíble –por sabroso y por su gran aporte de grasas saludables– para yogures o ensaladas, pero, insistimos: en pequeñas cantidades.
Si nos atiborramos a pipas de calabaza, pistachos o nueces o los añadimos sin mesura a nuestras recetas –y no, el gelatinoso pollo con almendras del restaurante chino o los dulces almendrados distan mucho de ser un alimento dietético– estaremos aportando a nuestro organismo un aporte calórico extra totalmente innecesario.