En tu próxima visita a la playa o a la piscina, fíjate, los tatuajes son cada vez más populares, y no es una intuición: según reciente sondeo realizado en EEUU casi tres de cada 10 adultos tiene uno, con un porcentaje mayor entre los millenials (47%) y la generación X (36%) y un aumento generalizado del 50% en los últimos cuatro años.
Sin embargo, más allá de la satisfacción que te pueda dar tener un tribal, un dragón o un "te quiero mamá" con letras chinas tatuado en el brazo, hay algunas consecuencias en el hecho de dejar que el arte invada tu cuerpo.
Así, el último estudio que se ha publicado sobre el tema y que recoge la revista Time se afirma que los tatuajes pueden alterar el modo en que la piel suda aumentando por tanto el riesgo de un posible golpe de calor.
Para llegar a esta conclusión los investigadores del Alma College de Michigan tomaron muestras de sudor de 10 adultos con buena salud y comprobaron cómo las zonas de piel recubiertas por tinta (se tomó un área circular de al menos 5,2 cm) expulsaban cerca de un 50% menos de sudor con respecto a las partes que no contaban con tatuajes.
"Las muestras de sudor de la piel tatuada contaban además con una mayor concentración de sodio con respecto a aquellas muestras libres de tinta", asegura el profesor Maurie Luetkemeier, coautor del estudio.
En general, cuando las glándulas sudoríparas producen el sudor, la piel tiende a reabsorber el sodio y los otros electrolitos, sin embargo, durante el experimentos los científicos se dieron cuenta de cómo con la presencia de un tatuaje tal reabsorción estaba parcialmente bloqueada, "aunque no estamos todavía seguros de que eso dependa de la tinta, del trauma de la incisión o de una combinación de ambos factores", ha subrayado Luetkemeier.
No obstante, si tienes algún que otro tatuaje por el cuerpo sin que el área que cubren sea demasiada, no hay lugar para que te alarmes, sin embargo, si la zona cubierta por la tinta es amplia y se concentra principalmente en espalda, brazos u otras zonas ricas en glándulas sudoríparas, los tatuajes podrían interferir en la capacidad de la piel de enfriar el cuerpo y de retener algunos nutrientes fundamentales, dando por tanto origen a problemas de termorregulación que podrían provocar improvistos -y potencialmente peligrosos- golpes de calor.