La práctica de alguna actividad deportiva durante el transcurso de nuestra vida puede provocar que las generaciones futuras, nuestra descendencia, sea más inteligente. Así lo ha demostrado un estudio publicado en Alemania y que se ha llevado a cabo, por el momento, únicamente en ratones.
Esto sería debido a la generación de unas moléculas de ácido ribonucleico (ARN) gracias a la práctica deportiva y a su influencia dentro de nuestra genética. Estas moléculas, como todas las ARN, realizan una función de mensajeros de la información genética por lo que, a simple vista, cuanto más “entrenadas” estén, mejor va a poder fluir es información por nuestro organismo y esto se va a plasmar en las generaciones a las que vayamos “cediendo” nuestro ADN.
Durante muchos años se había creído que nuestro ADN era inseparable de nosotros y que nuestra descendencia no estaría afectado por los factores externos que le acontecieran a sus progenitores, pero esto está cambiando con el avance de la ciencia.
Ahora, por ejemplo, se tiene bastante claro que factores como el estrés o una mala dieta por parte de los padres puede influir en la vida futura de los hijos, ya que se les cede parte de ese ADN con una herencia epigenética, como han venido a llamar los expertos.
Y si podemos ceder puntos negativos, ¿sería posible que también lo hiciéramos con aspectos positivos? Ahí es, precisamente, donde ha estado centrada la investigación de André Fischer y su equipo de científicos.
Durante varios años han estado experimentando con ratones a los que les hacían hacer ejercicio físico para mantenerse en plena forma y, después, se veían obligados a reproducirse.
Al cabo de varias generaciones de ratones bajo estos parámetros, Fischer y su equipo pudo concluir que, efectivamente, aquellos ratones que descendían de varias generaciones que había estado haciendo deporte de una manera muy activa eran más inteligentes en las pruebas que les planteaban que aquellos cuyos ascendentes habían llevado una vida sedentaria.
Todo esto era debido a la estimulación de dos moléculas de ARN denominadas miARN212 y miARN132 y que se encontraban de una manera muy superior tanto en los cerebros de los descendientes como en el esperma de los progenitores, lo que da muestra de la importancia que puede llegar a tener el deporte tanto en nuestras vidas como en la de nuestros hijos.