Pese a ello, las investigaciones científicas llevan años centrándose principalmente en las formas más graves de disturbios neuro-comportamentales como el síndrome de Tourette o el autismo. No obstante, existe un aumento en el interés de estos “comportamientos motores repetitivos y no funcionales”. “El estrés de nuestra sociedad predispone a estas manías”, explica el Doctor Alon Mogilner, neurocirujano del Langone Medical Center de la Universidad de Nueva York en un artículo sobre este tema al New York Times.
“Son comportamientos que están relacionados con los ganglios basales del cerebro que se encargan del control de la función motora”, señala Ali Mattu, psicólogo clínico de la Columbia University Medical Center especializado en comportamientos repetitivos focalizados en el cuerpo.
Los ganglios basales son como el centro de comando del movimiento. La teoría es que cuando la situaciones son frustrantes o estresantes, los ganglios basales seleccionan (o a lo mejor no consiguen inhibir) un comportamiento motor predefinido y estereotipado. En esto no somos muy distintos a los animales.
Así, en muchos zoológicos, los animales ansiosos o aburridos dan vueltas, se arrancan plumas o se lamen el pelo. “Las características principales de una acción habitual es que no tienes que usar recursos cognitivos para ponerla en práctica”, afirma Doug Woods, profesor de psicología de la Marquette University di Milwaukee que estudia y trata personas con tic y otros comportamientos repetitivos. Woods asegura que para muchos de sus pacientes, los tic, de alguna manera se asocian con una recompensa.
Pero, ¿cuándo surge el tic?
La mayor parte de nuestros comportamientos repetitivos comienza en la infancia. Un cerebro inmaduro, incapaz de reconocer o procesar las emociones como un adulto, recurre a la actividad motora para hacer frente a estas. En la mayor parte de los niños lo tic aumentan cuando se comienzan a entender y gestionar los sentimientos.
“Los tic no desaparecen con el paso del tiempo, solo que la persona aprende a controlarlos mejor convirtiéndolos en un acto privado a esconder”, afirma el doctor Harvey Singer, profesor de Neurología de la Johns Hopkins School of Medicine.
La mayoría de nosotros no acudimos a un especialista por estos tic principalmente porque en la mayoría de los casos el comportamiento repetitivo sirve para reconfortar. Sin embargo, sí se busca ayuda cuando el movimiento resulta demasiado insistente y frecuente hasta el punto de que llega a influir negativamente en nuestra vida cotidiana.
Un eventual tratamiento comienza con la toma de conciencia de estos comportamientos y la identificación de cuándo se producen ya que los expertos aseguran que existen “situaciones tipo” para este tipo de reacciones. De hecho, el comportamiento repetitivo se debe a menudo a situaciones en las que la gente se siente sobrepasada por las emociones.
Para controlarlos, señalan que la mejor terapia puede ser aquella que busca acciones sustitutivas más aceptables, como por ejemplo trabajar con objetos antiestrés para poner fin a la manía.