En la mayoría de las ocasiones, las personas sienten cierto grado de frustración cuando, llegados a este punto, se dan cuenta de que no han conseguido los objetivos que se habían propuesto.
En el caso de aquellos que buscaban bajar peso y mejorar su estado de forma, se dan cuenta que no han tenido éxito en su intento. Lo peor de todo no solo el grado de frustración sino el sentimiento de culpabilidad que suele aparecer.
Si esto te está pasando, tranquilo, todo tiene solución. Toca ver qué errores se han comentado y qué ha pasado.
1.- ¿Tus objetivos fueron realistas?: Con la llegada del nuevo año y las buenas intenciones nos ponemos una cantidad enorme de objetivos a cumplir, que excede de lo que sería algo realista para realizar en el corto y medio plazo.
Este es uno de los primeros errores. Querer conseguir todo en poco tiempo, sin organizar adecuadamente los pasos a seguir. En enero me apunto al gimnasio, me pongo a dieta, voy a hacer la compra más saludable, a cocinar más comida casera y un sinfín de buenos propósitos.
2.- ¿Realmente has seguido una dieta equilibrada y saludable?: Por lo general, las dietas que sigue una inmensa mayoría de la población tienen una fuerte restricción calórica, esto es, un porcentaje de ingesta de energía menor de la que necesita el organismo, siguiendo la regla de 'ingiero menos, gasto más'. Eso tiene cierta lógica hasta un punto.
Las dietas famosas y milagrosas, suelen carecer del equilibrio de macronutrientes necesarios para que el organismo pueda funcionar correctamente. Se eliminan parte de los macronutrientes básicos, por lo que sí es cierto que en el corto paso de produce una pérdida de peso (provocada por pérdida de masa muscular: cuando al cuerpo se le agotan las reservas de glucógeno, las coge del que poseen los músculos), la situación en el medio y largo plazo NO es sostenible, y se produce un efecto rebote indeseado.
Eliminar macronutrientes esenciales, además suele provocar la sensación de estar con hambre todo el día. Privar de alimento al organismo, y estar todo el día al final pensando únicamente en comer.
Precisamente el mayor error es “ponerse a dieta” en lugar de aprender a nutrirse, son dos conceptos diferentes, y nuestra mente desde el principio, dada la connotación, asume que el cuerpo va a estar castigado.
No es cuestión de comer menos, sino de comer mejor y que pueda mantenerse de por vida.
3.- Cuando aparece el sentido de culpabilidad por tener hambre todo el tiempo: Si mantienes a tu organismo lejos del equilibrio, en ese estado reversible de falta de alimentos, tendrás sensación de hambre, cansancio y fatiga todo el tiempo. Además de unos cambios hormonales que provocan una sensación de enfado continuo, malestar y sentimiento de culpabilidad.
Uno del os principales cambios que se producen es que la hormona cortisol eleva sus niveles, y esto, amigos, es una señal de alarma. Cuando el cuerpo siente que le falta gasolina, se encienden todos los pilotos automáticos de alarma, y se desencadenan unas reacciones químicas en el cerebro que hacen que aparezca el apetito, lo que conduce a que se acabe comiendo más.
Comes más, te sientes culpable, dejas de comer y así sucesivamente. El cortisol se dispara y esta hormona tiene un efecto negativo en el metabolismo, ya que tiende a ser la responsable de almacenar las grasas.
4.- Otro error, con este tipo de dietas restrictivas, es que en lugar de ayudar a que nuestro metabolismo sea más rápido, el efecto rebote del organismo como respuesta a la falta de nutrientes, es el contrario: se ralentiza el metabolismo y se pierde masa muscular. El cuerpo se adapta a esa menor cantidad de combustible para funcionar, de manera que quema gasolina de forma mucho más lenta.
Justo lo contrario a lo que se estaba buscando.
Finalmente, te has apuntado al gimnasio, pero o bien no acudes con regularidad o bien te pasas dos horas seguidas haciendo spinning, con esa ecuación errónea de sudo mucho igual a pierdo mucho peso. Tampoco es una situación sostenible en el tiempo, además de equivocada.
Trabajo aeróbico sí, pero si es combinado con trabajo de fuerza mejor. El músculo es la herramienta más potente para quemar calorías, pero para ello, hay que ganar músculo.
Como veis, seguro que nos hemos saltado los pasos iniciales del plan en busca de los resultados demasiado rápido, dejando por el camino además algunas dosis de autoestima, que se ve mermada.
¿Lo mejor de todo? Que conocidos los errores hay solución. Así que toma nota a lo siguiente y no permitas que te vuelva a pasar.
- Objetivos uno por uno: prueba marcarte objetivos semanales, uno relacionado con la comida y otro con el ejercicio físico.
- Introduce más verduras, carnes y pescados, arroces y pastas integrales…y no te prives de nada, sólo organiza mejor tus platos.
- Presta atención a las señales: si se tiene hambre constantemente algo se está haciendo mal. Come más veces a lo largo del día en cantidades más pequeñas.
- Carbohidratos y grasas saludables, no los elimines radicalmente de tu dieta, sobre todo si entrenas cada día. El cuerpo y el músculo necesitan gasolina para crecer y funcionar.
La grasa es esencial para conseguir un cuerpo sano y atlético. Además, mejora la recuperación y el sistema inmunológico. Las mejores fuentes de grasas saludables son los aceites de pescado, nueces, semillas, aguacates y aceite de oliva.
- No te saltes ninguna de la comidas, menos el desayuno que ha de ser completo y una fuente de energía vital para el resto del día.
- En el gimnasio, busca las clases que se adapten a ti y a tus preferencias, así irás más motivado a entrenar.
- A medida que vayas cumpliendo estos pequeños retos semanales, el nivel de auto-confianza mejorará y te dará fuerza para la siguiente. Esta situación es más sostenible en el largo plazo.
Así que, ahora sí, con las cosas más claras y siendo más realistas, nos ponemos manos a la obra, que la Semana Santa está a la vuelta de la esquina.