Salsas por todos los lados, sal en todos los platos, pan blanco a veces chicloso, bebidas gaseosas y alcohólicas por doquier… las tentaciones que habitan en los bares para quienes están haciendo una dieta son innumerables, pero no te preocupes, todavía puedes solucionarlo con estos consejos que te damos.
1.- Evitar ir: si no vas, no hay riesgo, es de Perogrullo. Siempre que puedas y veas que el hecho de no ir no te supone un aislamiento social intenta escaparte del evento.
Quédate en casa con tu ensalada y el pavo a la plancha y estarás venciendo a la tentación de tomarte esa copa después del postre o esa tarta de queso que te dicen que es casera pero realmente llega bien envasada de una cocina industrial.
2.- Mira el menú online: es mejor ir bien prevenido al restaurante en cuestión, ya que no has podido evitarlo con el punto primero, que llevarte una sorpresa cuando llegas allí.
Aunque siempre puedes tomarte tu tiempo al leer la carta, si puedes leerla online antes de ir y decidir lo que vas a tomar, mejor, porque así evitarás tentaciones in situ y las típicas presiones de los otros comensales de “venga, si por un día que te saltes la dieta no pasa nada”.
3.- Pide sustitutos: ya te has pedido el segundo, con una buena elección entre carne o pescado para aportar proteínas a tu dieta. Sin embargo, la guarnición viene endiablada con patatas fritas (hidratos de carbono), así que lo mejor que puedes hacer es preguntar antes de pedir y, si viene con patatas, pedir un sustituto como una buena ensalada de acompañantes.
4.- Adiós salsas: sí, te has pedido una merluza o un solomillo pero, ojo, no te lo vayan a traer con la salsa verde que va tan bien al pescado o la típica salsa de Pedro Ximénez para la carne. Pregunta de nuevo antes y, en la medida que sea posible, que te lo sirvan sin salsas. Ya si acaso lo podrás aderezar tú con alguna especia para darle otro toque de sabor.
5.- Pide tú primero: en un nuevo esfuerzo por evitar las tentaciones, nuestra recomendación es que cuando el camarero venga a por la comanda, seas tú la primera persona en elegir tus platos.
De este modo, si tus compañeros de mesa eligen suculentos platos que tú seleccionarías si no estuvieras a dieta, ya no podrás cambiar lo que has pedido y te habrás hecho un gran favor.