La vida es una cuestión de prioridades y de toma de decisiones constantes: desde el qué nos vamos a poner por la mañana, qué vamos a desayunar, qué vamos a decir hoy a nuestro jefe hasta si vamos a salir a correr o preferimos descansar tranquilamente en casa.
Nos la pasamos así, decidiendo. Sin embargo, llega un momento de la vida en la que tenemos que tomar decisiones importantes, de las que van a cambiar para bien o para mal el devenir de nuestros días. Y, una de esas decisiones que no se toman a la ligera es la de si formar una familia o no.
Normalmente, analizas los pros, los contras, la situación económica y las perspectivas laborales, entre otros aspectos. Pero, cuando eres atleta profesional y estás en la flor de tu carrera, esa decisión se torna aún más importante.
Hablamos de la atleta Vanessa Veiga (1979, Pontevedra) y de su particular historia de amor por su familia y de esfuerzo y sacrificio personal y deportivo. Y es que Vanessa se retiró de la competición –momentáneamente- para formar una familia con su marido, el también atleta Julio Rey. Después de siete años de parón y tres hijos, volvió, pero… ¿por qué volvió?
“Antes de nacer el tercer hijo me planteaba volver, pero mi marido estaba en sus mejores años como atleta y, de alguna forma interna en mí, me daba todo lo que yo necesitaba de ese deporte. Los niños crecían en un ambiente sano, viendo a su padre correr, así que el día que su padre dijo que se retiraba, yo sentí que ese era el día en que yo tenía que volver a correr”, nos comenta Veiga antes de, precisamente, correr en la Carrera de la Energía que organizó Adidas en Barcelona el 26 de marzo.
La atleta habla con un tono pausado, pero con la voz de la experiencia que da haber estado siete años parada “porque mi cuerpo no me lo pedía” y ahora volver a estar dentro del circuito. “Al principio decían que si estaba loca: ¡correr con tres hijos!, pero yo no quería solo correr, quería competir, y ahí mi suegro me apoyó mucho. Mi objetivo era muy simple: seguir transmitiendo a los niños esa pasión por el deporte y esa escuela de valores que te da el deporte: ayudar a superarse, a trabajar para conseguir las cosas”, comenta.
Y así, con mucho esfuerzo y con un gran trabajo mental, llegó el primer día de competición después del parón: “Fue bonito, además de duro. Al principio yo me lo quería tomar muy en serio. Tuve que empezar viendo cómo compañeros que no me habían ganado nunca, me ganaban, pero no me importaba, porque la verdadera esencia del deporte es esa, que a veces se gana y otras se pierde”, confiesa Veiga.
Esta runner, además, cuenta con una ventaja importante respecto a otros atletas, de edad similar, pero que no han “descansado” durante siete años, como puede ser Chema Martínez o Ruth Beitia. Sin embargo, tuvo que volver a pasar por un proceso por el que pasa todo principiante: vencer a los miedos, a la propia cabeza.
“Antes de ser madre veía el deporte como algo en lo que siempre tenía tiempo: si me salía mal me decía que no pasaba nada; pero después de ser madre me cargaba de mucha presión, y el primer año lo pasé mal, porque creía que ese tiempo que dedicaba a correr lo podía pasar con mis hijos. Entrenaba muy bien pero me ponía muy nerviosa cuando competía. Me tocó pelear mucho con mi mente para poder disfrutar”, nos cuenta Veiga.
El reto, ahora, pasa por repetir la victoria que cosechó en el Maratón de Madrid de 2013. “Mi principal objetivo ahora es correr el Maratón de Madrid, que es el 26 de abril, espero hacerlo bien y pasármelo pipa porque me lo voy a tomar como un premio para salir a disfrutar, y luego tocará pensar en los Juegos Olímpicos y poder vivir esa experiencia otra vez”.