De todos los aparejos que los corredores modernos llevan, como pañuelo, gorra, GPS con altímetro que incluso da la hora, mochila ergonómica, bidones de agua o bebida isotónica y geles energéticos, solo los pequeños auriculares para escuchar música puede que ayuden de verdad a mejorar el rendimiento.
Cualquiera se da cuenta de que están de moda los maratones populares con acompañamiento de rock’n roll y, sobre todo, es difícil imaginar una película motivadora sin el acompañamiento épico de la banda sonora.
Esa banda sonora épica puede hacerle a uno sentirse como Rocky en la cima de los escalones y camino al campeonato del mundo, o el protagonista de Carros de fuego mientras se recorren vueltas al parque de nuestro barrio.
De hecho, cómo nos hace vernos es uno de los principales beneficios de la música: en un estudio clásico, tras varias sesiones de relajación y tratamiento cognitivo sobre la autoimagen, acompañadas de música, se observaba una enorme mejora en carreras de 100 metros, sin que se diera esa mejora cuando se prescindía de la música.
La música sirve de motivación en los momentos difíciles o más duros, sobre todo al empezar a entrenar, en tramos con algún cambio de ritmo o al terminar una carrera de montaña con piernas que alcanzaron su límite una hora o dos subidas atrás.
¿Qué tipo de música es mejor escuchar?
Esa música que tan bien prepara para esfuerzos máximos, y que, entre otras cosas eleva el ritmo cardíaco, usada en una carrera larga se convierte en una pésima estrategia frente a música relajante.
Mejor elegir siempre Reptile de Eric Clapton -como hace Murakami- a The Eye of The Tiger de Survivor si el objetivo es más acabar la carrera que hacerse ver. Dropkick Murphys, Misfits, Flogging Molly Gogol Bordello son buenos ejemplos de listas para cuestas y series de pesas; personalmente, para correr distancias largas Chumbawamba, Oysterband, incluso The Pogues o Dubliners, incluso el mismo Eric Clapton motivan sin provocar un exceso a pagar en pocos kilómetros.
Escuchar música que le gusta a uno es un remedio contra el aburrimiento, y sobre todo distrae al corredor de pensar en lo agotado que está, cómo duele esa subida y “quién me mandará a mí”, lo que no se puede ver sino como positivo.
Incluso es un antídoto a los bajones anímicos en las salidas largas. Lo cierto es que si uno corre acompañado y se apoya y comenta con otros, ni hay aburrimiento ni desmotivación, que tienden a aparecer cuando uno se descuelga y se queda solo a distancia creciente del grupo. Lo mejor es entonces, cambiar de grupo de entrenamiento.
Música épica y de ritmo juguetón al gusto de cada uno. Canciones épicas, desde la banda sonora de Carros de Fuego, pasando por algo que uno pueda cantar, con letra que cuente algo, estilo cantautores como Sabina, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés.
Para la épica, obras clásicas como algunas de Smetana, Boccherini (op. 30) son imbatibles. Personalmente, Bruce Springsteen en High Hopes y Born in the USA para esas caídas anímicas.
Grandes atletas, del nivel de Paula Radcliffe e incluso el rey de reyes Gebrsellassie son conocidos por usar música suave y rítmica en sus entrenamientos. Claro que ellos han tenido que hacer largas y aburridas tiradas en solitario.
Entrenando solo, la mejora en el esfuerzo es en torno al 7-10%, pero en grupo y en competición ya hay bastantes estímulos y la comunicación es un plus. Eso sí, si toca hacer tiradas de 200 km semanales hasta con compañeros la cosa se puede hacer algo monótona.
Gebrsselassie batió records del mundo al ritmo del primer disco de John Larkin, y “Everybody Jam” y “Take Your Time” del mismo artista ya bajo el nombre de Scatman John. Paula Radcliffe usa en gimnasio “ Stronger” Robbie Williams y “ I’ve Gotta Get Through This” de Daniel Beddingfield.
Aunque la música está asociada al aprendizaje motor, y el baile o la gimnasia son el ejemplo por excelencia, en situaciones en las que se necesita toda la atención y puede darse más de un imprevisto, dividir la atención no es buena idea.
Si Kilian Jornet puede usar lo que quiera para entrenar e incluso para correr por zonas por los que casi todos pasaríamos con cuidado extremo y casi sin pestañear, pero a la hora de batir récords en Cervino o Eiger los auriculares no son parte del equipo.
Para no perder la atención, lo mejor es escuchar música que no incite al tarareo, instrumental. Mi favorita es la banda sonora de Acordes y desacuerdos y la música de Django Reinhardt con Grapelli. Claro, que en el sonido del blues y jazz suave y rítmico, de nuevo el rey es Eric Clapton junto a Andrew Batterham, Taran Carter o el guitarrista Mark Gardiner.
Cuando se quiso prohibir el uso de música en competiciones populares, por ejemplo en el maratón de Nueva York, la respuesta fue la desobediencia: separar a los corredores de sus listas era como separarles de sus zapatillas.
Y lo cierto es que el argumento de la seguridad tenía peso, así como el de la mejora en la comunicación: vehículos de emergencia, atención al propio sobreesfuerzo, avisos de la organización, oír a otros atletas acercándose o comentando.
Cabe pensar que, pese a las dudosas mejoras en el rendimiento, la música que uno escucha es parte de las rutinas que dan seguridad. Se pierden sensaciones del entorno, pero al final, como todo en correr, lo que se siente es lo que importa.