¿No te han preguntado eso en tu entorno? Lo de “Si corres maratones, ¿vas a ir a Nueva York?”
Y es que hay un halo resultante de su excelente venta del producto. Si Risto Mejide analizase una operación de mercado basada en que la gente pene (sic) durante cuarenta y dos kilómetros, se toparía con cien preguntas. Noventa y seis de ellas se responderían con un “Déjate, que los americanos son unos reyes en eso”.
Chicago y su loop. Boston y la leyenda de los cien años. Nueva York y la etiqueta de la fama. Estas tres y otras pocas encarnan la excusa ideal para un viaje iniciático. Si te sobra el dinero o te montas tus planes sin importar los del resto de la familia o, sencillamente, quieres hacer algo de maratón-ficción, aquí vienen. Tres enseñas (de momento) del correr de los gritos, aullidos, carteles de ‘come on Dad’ y mucho ‘Go’. Sobre todo mucho ‘Go’.
Boston. El clásico.
Desde 1897 y hasta la actualidad se viene organizando la madre de todas las carreras en los Estados Unidos. Veinte, treinta o cuarenta mil participantes, los que sean necesarios acoger cada año.
Todos pasan la más crítica de las cribas, puesto que se piden tiempos mínimos por grupo de edad. Algunos son capaces de volar y sobrepasar las colinas del interior de Massachussets.
La mayoría se hartará de banderas y de gente aplaudiendo por las zonas suburbanas de una de las urbes más estilosas del país.
Soldados, estudiantes de los institutos que salen a aplaudir durante todo el día, hasta el público del partido anual de los Red Sox, que sale de las gradas de Fenway Park para animar.
Es probable que cada edición futura vea incrementado el mito tras los horribles atentados de hace un par de ediciones. Pero si el bourbon de Tennessee gana con los años, espera a conseguir una plaza para correr en Boston dentro de un par de ellos.
Ha sido escenario de batallas míticas, de lanzamientos de cohetes africanos a velocidad de espanto (tuvo una de las mejores marcas de los recientes días) y de momentos míticos de miles de runners como tú.
Nueva York. La ciudad y la fama.
La gran excusa. Ese primer gran viaje maratoniano. El palo de las agencias de viaje. El himno en la salida. Los carriles del puente de Verrazano. La comunidad judía en Queens. Podríamos listar decenas de esas imágenes que vienen contando todos los corredores que han ido a la Gran Manzana a probar sobre las 26.2 millas.
Correr el maratón de Nueva York contiene el poder del gigante americano en su perfil genético. Las cifras que mueve la ciudad permiten que esta se pueda paralizar casi al completo y que pocos pongan pegas. De esta carrera vienen tics tan reconocidos como las carreras del desayuno o la comida de la pasta.
Acudir es tan fácil como buscar una agencia de viaje oficial en España. Lo demás irá rodado, porque ya son más de treinta años de experiencia llevando iberos a la ciudad de la 5ª Avenida.
Cuentan que lo mejor y lo peor es precisamente el ritual de tanto maratoniano viajero. Pero, claro, no vas a ir a correr un maratón y tirarte los dos días anteriores de fiestaca y viviendo la noche loca. Lo cierto es que nada detiene a los famosos de todo el mundo a correr, al menos una vez en la vida, en pos de la meta de Central Park.
Marine Corps. No pares, soldado.
El día en que me enteré que los archifamosos ‘marines’ organizaban una carrera, supuse que no podrían hacerlo muy mal. El cálculo de pies cúbicos por participante, la imaginería militar y civil y el otoño de la costa Atlántica son imbatibles.
La carrera te lleva por lugares más que conocidos. El Pentágono, Georgetown, el río Potomac, el Lincoln Memorial, el Capitolio, el Smithsonian o la avenida del honor, plagada de banderolas de las barras y las estrellas.
Como no podía ser menos, es otra prueba donde gente de todos los rincones del planeta y extracciones sociales se unen. Los más de 21.000 participantes constituyen una prueba llamada ‘people’s marathon’. La carrera del pueblo podría ser un punto de entrada en ese universo donde correr no importa tanto como disfrutar del correr.
Sin duda está lo suficientemente cerca del resto de las grandes ciudades del Este como para combinar un viaje. Nueva York queda a tres horas en tren y Philadelphia a menos de dos.
Ahora te toca elegir entre estos grandes maratones o las grandes aventuras. Tu salto del charco está esperando.