Pues la misma mezcla deberá buscarse en los ojos chisporroteantes de los corredores que cierran una carrera, o un grupo de entrenamiento. Será por chispas.

Porque todos hemos empezado con alguna actividad deportiva en la que se veía que no íbamos a arrasar.

Es complicado de asimilar por la razón evidente de nuestro deseo de descollar. De que se nos dé bien o que nuestro hijo, hermana o tío sientan que valen, que nada se les pondrá por delante en la vida. Pero hay una cuestión estadística aplastante. Entre mil o doscientos o cuarenta millones, solamente hay sitio para un primero, un vencedor. Y muy pocos puestos más de privilegio. Son cosas del reparto de facultades físicas.

¿Vamos a aplicar a correr esos mismos parámetros de frustración? Rebélate contra ello y demuestra que no hay vencedor de un maratón sin un último. De hecho, si todos los corredores lentos de cualquier pelotón o grupo se quedaran en casa, imagina: el primero sería también el último. Menudo fastidio le supondría.

Y es que no encuentro otra manera de afrontarlo que no sea este espíritu gamberro irreverente.

¿Faltar el respeto al hecho de correr? Ojo. No hablamos de salir a hacer el payaso y parar el tráfico a cuatrocientos metros de la salida porque nos apetece hacer la croqueta en el asfalto, o detenernos a tomar un café con porras a mitad de prueba, mientras espera el coche escoba por nosotros. Aunque serían unas refrescantes acciones festivas.

Running

 

Ser el más lento significa que estaremos más tiempo sobre nuestras zapatillas y esto es bueno. Amortizamos más el dinero de la inscripción. Pero también supone más dolor, más minutos de calvario y más pasos por fuentes o avituallamientos ya esquilmados. Cuántas veces llegan los últimos a un puesto de refresco en una carrera y no queda fruta ni isotónico.

"Solamente nos queda agua".

Cabrones.

Así que exige justicia con tu esfuerzo. Hazlo. El principio rector es más o menos este: por muy lento que corra tu compañero, aunque correr está siendo un tranquilo paseo para todos, para ti no lo es.

Por ello debemos exigir respeto. Lamentablemente, lo normal es lo contrario. A nuestro lento y costoso ritmo de trote es al los demás acomodan sus ritmos. Cuando todos esperan al último de un entrenamiento y arrancan al momento, están todos mucho más descansados que tú. Entonces llegas y dicen el famoso "ya estamos todos". Sí. Descansados. Menos tú.

Más descansados y con más facultades.

¿Y el último de una carrera?

Hay una comparativa numérica que te podrá animar. En el entorno europeo, lo habitual es que los participantes en carreras ronden tus ritmos. Salvo un primer cuarto del pelotón en el que las velocidades son casi profesionales, los tiempos de cierre son cómodos.

Es normal poder correr a siete minutos el kilómetro. En los ochenta era impensable que concediesen en España más de una hora para una prueba de 10, o más de dos horas y cuarto para un medio maratón. En nuestros países vecinos ya llevan décadas con el 'funrunning' y con la categoría no federada de 'recreativo' llenando cajones y cajones de salida.

Mayores, gente con unos kilos de más, compañeros de gimnasio y amigas que prueban a salir de la rutina de caminar. Nadie tiene derecho a recortar en tiempos límite en las carreras que tienen que servir de promoción al ejercicio. Otra cosa será un ultra trail o un evento federado.

¿Nunca has sido de los últimos en una carrera? Prueba. Es una experiencia enriquecedora.

Oirás cosas diferentes. Cruzarán por delante de tus narices. Los coches alegrarán con sus cláxones el paso de tus pies, igual que si fueras la misma princesa el momento de su coronación. Se escucharán bromas y comentarios que miden en kilowatios-idiocia la cultura general deportiva de tu ciudad.

Aunque seas el más lento de cuantos conoces, estás moviéndote. Muchos ni siquiera lo hacen. Y verás una especial ilusión en los que por fin ven acercarse, muy lento, claro, el momento de llegar a la meta.

Por el público o conductores no te despistes. A lo tuyo. Solo te miran mal. ¿Te va a echar eso atrás?