Aún estamos en enero así que es más que probable que todavía no hayas abortado el plan que ocupaba el primer lugar entre tus propósitos de Año Nuevo: perder esos kilos que se han acumulado en tu abdomen y caderas desde –no culpes solo a las Navidades– hace demasiados meses.
Total, ya sabes que te toca hacer algo de ejercicio regularmente, seguir a rajatabla unos hábitos rutinarios algo más saludables de los que acostumbrabas y, sobre todo, mantener una dieta sana y equilibrada.
“En ello estoy”, nos dirás con cierto tono de hastío, pero, sin embargo, pese a estar llenando tus menús de pechugas de pollo a la plancha y trozos de brócoli en todas sus posibles vertientes de cocinado (que, ya has descubierto, no son muchas), te sigues sintiendo tan hinchado después de cada una de estas comidas teóricamente light como cuando te ponías fino a pizzas, hamburguesas y pasta con tomate. ¿Por qué? Resulta que estás bebiendo demasiada agua.
Sí, tu obsesión por beber los dos litros de agua diarios imprescindibles para eliminar toxinas y ayudar a tu metabolismo a deshacerse de esas grasas acumuladas que tanto te atormentan se te ha ido de las manos.
Vamos a ver, esta genial que bebas agua, pero no bebértela toda en el momento de la comida. ¿Te dan rabia estas personas que andan todo el día con su botellita de agua en mano dándose paseos para ir a rellenarla cada dos por tres? Lamentamos decirte que tus archienemigos aficionados al H2O, lo están haciendo más que bien.
Estómagos aguados, estómagos hinchados
Los expertos en alimentación y nutrición insisten, y hacen bien: tenemos que beber al menos un litro y medio de agua al día. De hecho, también aseguran que beber un vaso grande de agua antes de las comidas nos ayuda a saciar nuestra gula más rápido y a comer menos, hecho que se debe a la sencilla y llana razón de que en muchas ocasiones nuestro cerebro confunde la sensación de hambre con la de sed.
O lo que es lo mismo: estás ansiado por comer y en realidad tu organismo necesitaba líquido, por lo que un buen vaso de H2O puede calmar tu estómago para que decida cuánta comida le hace realmente falta.
Hasta aquí fenomenal, pero tu estómago no tiene tanto espacio como te crees. Aunque es un órgano distensible y puede expandirse para albergar dos o tres litros de comida y líquidos, en su estado normal puede contener más o menos un litro, es decir, con cuatro vasos de agua será suficiente para llenarlo… Entonces, ¿qué te hace pensar que es buena idea endosarle litro y medio y seguidamente tu plato del día?
La clave: tomas de agua cada 90 minutos
No, no te sienta mal el puré de verduritas ni el pescado hervido. Beber agua poco antes o durante la comida en exceso puede ser el verdadero responsable de que necesites desesperadamente desabrocharte el botón del pantalón después de comer porque, como sueles decir, “voy a estallar”.
Sobrecargar nuestro sistema digestivo con cantidades que no está equipado para procesar puede desembocar en graves problemas de salud. Toma un vaso durante la comida es una medida más que aconsejable, pero procura que los otros siete y ocho diarios sean ingeridos hora y media antes o después de comer.
De esta manera conseguirás que tu estómago tenga el tiempo suficiente para vaciarse y evitarás la sensación de hinchazón de la que, hasta ahora, culpabas a lo que comías.
Ojo. Si después de dejar de ser un ansiado con el agua continúas teniendo pesadez estomacal a diario y esta viene acompañada de calambres y gases, podría ser un signo de intolerancia alimenticia. Apunta lo que comes cada día para poder echar una mano a tu médico a la hora de identificar a tu enemigo alimenticio y, ya sabes, no lo rehogues en exceso con H20.