Quieres adelgazar, así que no te queda otra que ponerte a dieta y empezar a hacer ejercicio regularmente. Pero pronto empiezas a sentirte desanimado porque llevas días esforzándote al máximo y apenas notas cambios en tu cintura y abdomen. ¿El problema? Pasas un hambre atroz y aumenta tu ansiedad por comer, lo que se traduce en ese picoteo a deshoras que acaba con tu estricto régimen. ¿La solución? Poner un espejo en el comedor.
Tal y como asegura un reciente estudio realizado en la Universidad de Cornell, colocar un espejo en la zona en la que habitualmente comemos puede ayudar a saciar nuestro apetito. Los investigadores descubrieron que observar nuestro reflejo mientras comemos, reduce significativamente el consumo de alimentos poco saludables y hace que parezcan mucho menos apetitosos de lo que pensábamos.
Para llegar a estas conclusiones pidieron a un grupo de 185 personas que escogiese qué aperitivo prefería comer: un delicioso trozo de tarta de chocolate o una fresca y saludable macedonia de frutas. Una vez se decantaron por uno u otro, la mitad de los participantes disfrutaron de su plato en una habitación en la que había un espejo estratégicamente colocado frente a ellos, y la otra mitad lo comió en un entorno libre de reflejos. Después les pidieron que calificaran el sabor de sus comidas. Y los resultados fueron sorprendentes.
Espejito, espejito. ¿Quién es la más ‘gocha’?
Al parecer, los que optaron por la porción de tarta y la saborearon frente a un espejo, disfrutaron menos de su dulce manjar que quienes no se vieron poniéndose ciegos a chocolate. Curiosamente, no ocurrió lo mismo con los que escogieron la fruta: que hubiese o no un espejo, no marcó ninguna diferencia en su valoración del plato.
“Echar una mirada al espejo mientras comen, transmite mucho a las personas sobre su aspecto físico. Les permite observarse de manera objetiva y les ayuda a juzgar sus comportamientos de la misma manera que juzgan a los demás cuando les ven comer alimentos grasos y altos en calorías”, explicaba Ata Jami, autor principal del estudio y profesor en la Universidad de Florida.
En otras palabras, igual que cuando vemos a alguien hincharse a bollos y a comida basura pensamos algo parecido a ‘menudo gocho’, vernos a nosotros mismos comiendo alimentos poco saludables nos produce un malestar que hace que rechacemos ese tipo de comida. Consecuencia de las normas sociales profundamente arraigadas –en este caso, todos sabemos que el exceso de azúcar es malo para la salud– hace que sintamos cierto repelús si nos vemos deglutiendo platos que sabemos que nos van a hacer engordar, y los evitamos. Si, por el contrario, nos visualizamos comiendo algo sano y bajo en calorías, nos sentimos orgullosos de nuestra elección.
Mírate: eres súper sano
Los científicos creen que poner un espejo delante de nosotros mientras comemos hará que nos decantemos por alimentos saludables, ayudándonos a evitar aquellos que nos engordan y sintiéndonos saciados antes. Al fin y al cabo, la ansiedad con la comida depende mucho más de nuestra mente que de lo que realmente hallamos ingerido: si te ves a ti mismo calmando el apetito, reducirás la sensación de hambre por no haber comido. Sabes a ciencia cierta que lo has hecho.
Un sencillo truco que te ayudará, literalmente, a ver lo que comes.