Lo has vuelto a hacer: te apuntaste al gimnasio convencido de que esta vez sí que sí ibas a ir. Pero no. O puede que te hayas asegurado cada domingo noche que la siguiente semana vas a salir a hacer ejercicio porque “así ahorras dinero y te despejas”.
Pero tu recorrido no supera el trayecto salón-dormitorio-cocina. ¿Te falta fuerza de voluntad? Es probable. Como también lo es que entre tus rutinas se encuentre alguna de estas ocho directamente relacionadas con que no inviertas ni un minuto de tu tiempo en entrenar. Evítalas y ponte en marcha de una vez por todas.
1. Te lo tomas como un trabajo. Admítelo, eres un poco workaholic. Pero no es que te quite tiempo para ir al gimnasio o salir a caminar –que también–, es que te has obsesionado tanto con la idea de practicar deporte al menos dos veces por semana a la salida del trabajo para desconectar que lo has acabado convirtiendo en una obligación más y no te sirve para relajarte.
Recuerda que estar estresado también engorda antes de pasarte la jornada laboral pendiente de si llegas o no a la clase de zumba que encaja en tu complicado y autoimpuesto horario de persona sana.
2. Estás hecho polvo. En ocasiones los dolores de espalda, rodillas, pequeñas torceduras, estás de resaca o simple y llana falta de sueño, te sirven como excusa para no salir a entrenar porque, como sueles decir, “te duele todo”.
Seguramente a medida que estás leyendo esto te estás dando cuenta de que precisamente hacer ejercicio puede ser la solución a todos estos achaques. Muévete para acabar con tu malestar y verás cómo termina por desaparecer.
3. No comes hasta la hora de comer. Está claro que picar entre horas es un hábito atroz que tienes que evitar, pero no poner en marcha tu metabolismo hasta la hora punta porque crees que cuanto menos comas menos engordarás, también es un error imperdonable responsable de que luego no haya quien te mueva para ir al gimnasio.
Si desayunas bien no sólo empezarás el día con más energía y ganas para afrontar la jornada, además consumirás una media de 200 calorías menos que si esperas a mediodía para echarte algo al estómago por lo que estarás más ligero y activo para hacer ejercicio por la tarde.
4. Crees que limpiando ya haces ejercicio. Lo has leído por ahí y te lo crees a pies juntillas: las simples tarea de pasar la escoba y hacer la cama son un deporte en sí mismas.
Mantener una vida mínimamente activa tanto en tu casa como en tu puesto de trabajo está fenomenal, pero no te convenzas de que con esas pequeñas cosas es suficiente porque en realidad no cumplen con el estándar de lo que es en realidad la actividad física.
5. Usas demasiado las redes sociales. Te pones a mirar las novedades de tu muro de Facebook, qué se cuentan en Twitter o deleitarte con las fotazas que están subiendo tus amigos a Instagram, y se te pasan las horas volando.
Si cuando estás en tu jornada laboral a veces se te va el santo al cielo y olvidas qué estabas haciendo porque entre tarea y tarea te das un paseo por las redes, ¿qué te hace pensar que en tu tiempo libre es buena idea estar todo el tiempo conectado? Menos subir fotos en chándal y más sudarlo.
6. Pasas demasiadas horas sentado. El sedentarismo, a diferencia del mineralismo, no va a llegar. Ya está aquí. El problema es que provoca el efecto en bucle: como te duele todo porque te pasas casi todo el día sentado, no hay quien levante tu cuerpo de su cómoda postura apoyada sobre tu espalda y nalgas.
Levantarte a menudo para ir al servicio (en serio, ¿por qué te aguantas tanto? Es malísimo), a rellenar tu botella de agua o a darte una vuelta a la manzana en el tiempo que otros se echan un piti, serán unos pequeños pasos para el hombre, pero un gran salto para tu nueva vida como deportista.
7. Nunca te acuestas a la misma hora. ¿Recuerdas que había un momento concreto en el que los lunnis y los niños se iban a la cama? Pues deberías buscar el tuyo porque según un estudio realizado en 2015, las alteraciones en los hábitos de sueño causan estragos en la mente y el cuerpo.
Entre otras cosas, reducen la motivación, hacen que el cuerpo se sienta más cansado y seamos más susceptibles a lesionarnos, aumenta la sensación de hinchazón y deteriora el sistema inmune. Dicen los expertos que el mejor entrenamiento empieza la noche anterior, y no se refieren precisamente a que te líes a ver la tele hasta las tantas de la madrugada.
8. Tienes una gran vida social. No sabes decir que no y no se te escapa ni una quedada. Estar con tus amigos te hace feliz y priorizas tus relaciones sociales a tu forma física. Nadie va a juzgaros pero si en lugar de veros para estar sentados bebiendo y comiendo lo hicieseis para hacer alguna excursión, pasear o incluso practicar un deporte en grupo, conseguiríais el combo perfecto. ¡Ah! Y recordad acostaros pronto.