El entrenamiento cardiovascular, sin duda, es uno de los pilares fundamentales de cualquier programa de entrenamiento para cualquier población (adolescentes, atletas, adultos, personas de edad avanzada), junto con el trabajo específico de fuerza y el de flexibilidad. Aunque no todo el público entiende su verdadera importancia, entrenar el corazón como músculo vital y fundamental, ha de ser una tarea imprescindible. Por eso, el sedentarismo es una práctica que debemos evitar.
Por lo general, cuando preguntamos a la gente por qué realizar trabajo cardiovascular, la respuesta unánime suele ser: para adelgazar, para calentar… y lo cierto es que los beneficios de este tipo de entrenamiento, independientemente del deporte que realicemos, van mucho más allá.
¿Quieres saber cómo responde nuestro cuerpo cuando incorporas ejercicio aeróbico a tus rutinas diarias?
De manera general, las respuestas inmediatas se producen desde el mismo momento que realizas el ejercicio aeróbico, y las crónicas, se producen debido a una continuidad de sesiones, siempre teniendo en cuenta la intensidad del ejercicio, la duración y la frecuencia semanal.
Es importante la intensidad del ejercicio, y para ello, es necesario conocer tus frecuencias cardíacas, en reposo y máxima. Ya hablamos en su momento, que puedes determinarlas a partir de una prueba de esfuerzo.
El cuerpo responde a través de los sistemas cardiovascular, respiratorio, respuestas en el sistema endocrino y respuestas en nuestro metabolismo a los ejercicios aeróbicos, ¿Pero cómo?
El entrenamiento de resistencia aeróbica conlleva a un aumento del gasto cardíaco (capacidad del cuerpo para suministrar oxígeno). A medida que entrenamos, una respuesta del cuerpo es que se reduce la frecuencia cardíaca en reposo. Es decir, aumenta la captación máxima de oxígeno, que es lo que se considera el mejor determinante de la condición aeróbica. Estos cambios suelen producirse a partir de la 2ª semana.
- El corazón se hace más fuerte y es capaz de mandar más flujo sanguíneo por cada latido.
- Se reduce la presión arterial en reposo
Por otro lado, al incrementar el riego sanguíneo en los músculos periféricos, aumenta el tamaño de los capilares que riegan dichos músculos, de manera que éstos estarán más oxigenados.
¿Qué ocurre en nuestro sistema respiratorio?
Para la gran mayoría de adultos sanos, el sistema respiratorio no es un factor limitante a la hora de realizar ejercicio aeróbico. Mejora la eficiencia ventilatoria, de manera que esta disminución del coste de oxígeno en la respiración, mejora el rendimiento de resistencia aeróbica, es decir, deja libre más oxígeno para que pueda ser utilizado por el músculo que se está ejercitando.
¿Cómo responde el músculo esquelético?
Al producirse mejor riego sanguíneo y densidad de los capilares, se está permitiendo un mejor intercambio de oxígeno y de nutrientes, así como productos de desecho del músculo que estamos trabajando. Las mitocondrias, que son las centrales de energía de las células, también aumentan con el ejercicio aeróbico continuado.
Los depósitos de glucógeno intramuscular sufren un incremento, lo que provoca, junto con lo anterior, que con el ejercicio aeróbico continuado, los depósitos se agoten más lentamente (el músculo entrará en fatiga más tarde). Fundamental para los deportes de resistencia.
Todas las adaptaciones anteriores influyen positivamente en el metabolismo. ¿Qué quiere decir esto? Aumenta la dependencia de la grasa como fuente de energía, y la reducción de los hidratos de carbono durante el ejercicio aeróbico submáximo. Esta es una de las razones de por qué en los programas de pérdida de grasa, se incluyen siempre los ejercicios aeróbicos a intensidades medias.
Como veis, realizar ejercicio cardiovascular no sólo hará que tengamos un corazón más sano y más fuerte, sino que afecta positivamente en todo nuestro organismo.
Ahora que empieza el buen tiempo, no te pongas excusas y trabaja el corazón: caminar, correr, paseos en bici, salir a la montaña… infinidad de opciones para tener un cuerpo sano por dentro y fuerte por fuera.