Cuando indicaron que el pasado 20 de diciembre tendríamos elecciones generales en España, lo primero que saltó a las portadas fue ese acrónimo: 20D. Ahora que volverán las elecciones para el 26J, la historia se repite.
Tú eres una mente todavía más retorcida que la de los candidatos y esas siglas te recuerdan a una sesión de veinte minutos sin descanso en la máquina de spinning, o a veinte kilómetros a ritmo de carrera.
En CorreryFitness somos todavía más enfermos. Ciertas ganas de revancha ante la que nos están dando en todos los medios nos provoca poner unas tareas a medida a los cuatro principales candidatos del circo electoral.
Total, sus asesores no nos van a leer. Ni los de sus contrincantes.
Mariano Rajoy. El primero en la planilla de los entrenamientos-tortura. Es el presidente saliente (o no) así que seremos benévolos con él.
Si tan aficionado es a la bicicleta no tendrá inconveniente en aceptar la siguiente apuesta (en definitiva, en campaña aceptan idioteces como esta y otras hasta cien veces más gordas): demostrar que la bicicleta es más dura que correr.
Esa eterna pregunta que circula por internet se podría deslindar si Rajoy nos aceptase un duatlón. Por la mañana, dos horas intensas de bicicleta.
Le damos de tregua baño, masaje y parada en esos bares donde los ciclistas se hinchan a torreznos y cerveza. Por la tarde, dos horas igual de exigentes corriendo.
Nos negaremos en redondo a que nos envíe a la prueba a Soraya Sáinz de Santamaría. La número dos del Partido Popular tiene una agenda electoral más apretada que las planillas de entrega de CorreryFitness.
Pedro Sánchez. Jugaba al baloncesto. Bien. Sabrá de sobra aquello de los castigos que ponía Samuel L Jackson en la película “Coach Carter”.
Los “suicidios” y las flexiones después de ir y venir corriendo toda la cancha. El alto e inmaculado candidato del partido socialista encajará sin problemas algo que parece duro pero es más suave que cenar con Bertín: unos circuitos de Oregón.
Puede traer camisa blanca o chándal. Le dejamos escoja su vestuario (o que lo hagan los asesores de imagen de campaña). Pero que se presente a las ocho de la mañana en el césped de la pista de atletismo.
Le tocan diversos ejercicios de fuerza que debe ir enlazando con sprints de cien metros. Esperamos y deseamos que mantenga la sonrisa. Por sus fans runners. Que los tiene.
Albert Rivera tiene toda la pinta de aguantar su tono de nadador. Así que le sacaremos de su medio favorito.
Muchos waterpolistas se consideran unos patos fuera del agua. Se hizo famoso en su etapa de la universidad por ser el campeón en debates. Que nos convenza con sólidos argumentos de que le votemos mientras el grupo de corredores va dando los acelerones propios de “Descolguemos al nuevo, que se entere quién manda”.
Pocas veces unos candidatos han aunado juventud en unas elecciones generales. Rivera tampoco es de aquellos tecnócratas de gafas metálicas cuadradas y truja de Ducados en la mano.
Creo que deberíamos ser exigentes al máximo con un candidato que ofrece versiones refritas de muchos idearios ciudadanos.
Un poco de monte, unas series rápidas de corredores de diez kilómetros, unas gradas para potenciar velocidad y técnica de paso de vallas.
Pablo Iglesias. Dicen que sale a correr para descargar tensiones. Fantástico. ¿Cuál es la manera más fácil de torturar a un corredor? El gimnasio. Metámosle presión.
Además debe venir sin el previsible pantalón de chándal largo color morado ni sudadera de capucha. Camiseta corta para marcar molla y pantalón de machacar kilos y kilos.
Que tenga en cuenta que compartirá sufrimiento con muchos otros corredores a los que nos repatean varias cosas. Entre ellas, currar ese tren superior sobre el que él pretende echarse el país.
Iglesias tiene un algo de haber pisado los gimnasios tradicionales del barrio. Por si demuestra maneras, entre los lectores de esta web podríamos escoger alguno de los defensores de los nuevos ejercicios y sesiones de fitness.
En lugar de aguantar los argumentos de los políticos en campaña, el castigo sería al contrario: Pablo tendría que aguantar a algún fanático de las nuevas tendencias de ponerse en forma.
Quizá el castigo sería desmedido en alguno de los casos propuestos. Pero, de aquí al día veinte, todo vale. ¿Aceptarían?