Has pasado la línea y lo peor es que no eres consciente. Eres un corredor popular de pacotilla pero el centro de tu vida es correr. Trabajas para poder correr y cuando estás con tu familia sólo piensas en correr.
También cuando viajas o cuando vas a quedar con los amigos, con los que has cambiado de hora en más de una ocasión una cita para que te diera tiempo a entrenar de cara a conseguir bajar de esos cuarenta minutos en ‘diezmil’, para ti la gloria, y según las estadísticas, un tiempo que han logrado hacer miles de personas en el mundo.
No tienes el vicio del tabaco o del alcohol, ni de las tragaperras, y te crees superior. No obstante, tienes algo en común con aquellos que padecen esos problemas. Tu tolerancia a las endorfinas es muy baja. Como a ellos, te afectan por encima de la medida de la población. Vamos, que es mentira que controles. No controlas nada. Son las endorfinas las que te controlan a ti, pues son un narcótico del propio cuerpo.
Como acertadamente recuerdan Fermín Plata y Nicolás Terrados en ‘El maratón: aspectos técnicos y científicos’ (1994), en un estudio de Rosenzweig y Leiman, de 1982, observaron que un grupo de corredores pudo resistir el dolor de tres libras de peso un 70% más de tiempo después de correr una milla que antes.
Los beneficios de correr son incuestionables: ayudan a tener unas analíticas más saludables, lo cual está directamente relacionado con la calidad de vida así como con la longevidad, y mentalmente se tiene una visión más optimista, siendo una actividad recomendada por muchos psicólogos en los procesos de tratamiento de depresiones.
Pero en aquellas personas con tendencia obsesiva, esto del running les puede provocar más perjuicios de beneficios. Ojo, también al corredor medio las endorfinas podrían llegar a controlarlo.
El ejemplo que todo corredor ha vivido es el proceso de recuperación de una lesión: mal humor o irascibilidad, sentirse vacío, hundido. O esas señales que envía el cuerpo antes de lesionarse muchas veces son invisibles o inaudibles para muchos corredores.
Pasar el mono de no poder correr
Para superar el enganche se precisa, en ocasiones, ayuda profesional. Igual que muchos ludópatas sólo son capaces de salir del hoyo con ayuda de especialistas, ha habido corredores que hasta después de divorciados o divorciadas o en el paro, no han sido capaces de reconocer sus problemas.
Las pautas de comportamiento que les dan en esa situaciones:
1.- No te juntes con corredores e intenta no hablar de correr
2.- Piensa en carreras para dentro de más de tres meses.
3.- Fuérzate a hacer otros deportes, mejor si necesitas a alguien para practicarlos: fútbol, padel, pimpón…
4.- Pierde la forma e intenta coger algo de peso.
5.- Esconde las zapatillas...
¿Y cómo saber si uno está enganchado a correr de forma negativa?
No hay reglas fijas, pero sí hay indicios:
-Te crees mejor y más imaginativo e inteligente que los que no corren.
-Planificas tu vida y trabajo para correr.
-Has cambiado citas para correr.
-Te has inventado excusas en el trabajo para ir a correr.
-Has seguido entrenando a pesar de estar lesionado o sentir que tenías riesgo de lesionarte
-Crees que correr es lo mejor de tu vida.
Todos estos indicios dijeron haberlos sentido casi la mitad de la muestra de 110 corredores escogidos al azar que terminaron el maratón de Ciudad Juárez en 1991 en un estudio de J.C. Jaenes.
Correr está muy bien, claro. Pero si no eres profesional, no lo hagas el centro de vida. Opino.