Empecemos por las malas noticias. ¿Puede lograr una zapatilla de transición por sí sola que pises mejor? Rotundamente no. Otra cosa es que acompañemos la adquisición de un par de zapas con un trabajo específico de fuerza, de técnica de carrera y, lo que es más importante, la mentalización a la hora de cambiar unos movimientos que nos han acompañado, quizás desde la niñez o desde la actualidad hasta nuestros días.
La buena noticia es que con zapatillas de transición se llega mucho antes a obtener beneficios de movimiento que con las zapatillas ‘normales’ (la normalidad es muy, muy relativa), esto es, caer menos de talón y algo más de medio pie, hacer una carrera más ergonómica, y amortiguar de forma más natural.
Ojo, conviene volver a recordar que hay que trabajar duro en la mecanización de unos nuevos movimientos, diferentes a los que hemos estado haciendo de cara a adaptarnos a esas zapatillas con mucha amortiguación y con músculos que pierden protagonismo frente a otros.
¿Cómo son las zapatillas de transición?
Las zapatillas de transición o bajas son aquellas que tienen menos drop (diferencia entre talón y metatarsos) y menos amortiguación (no siempre). Vendrían a ser, prácticamente, las que antes se llamaban ‘voladoras’. Pesan menos y, por lo general, tienen menos durabilidad.
Se puede afirmar que casi todos los corredores que las usan las tienen reservadas para competir en ‘diezmiles’ o medios maratones y también para series, que es lo que les dicta el sentido común, el cual está forjado por la publicidad de las marcas durante años. Pero no es menos cierto que el número de corredores que las usan siempre, está creciendo, sin que hayan sufrido un aumento de lesiones.
A pesar del nombre, que indicaría etimológicamente que se está en proceso de llegar a algo, en este caso de cara a pasar a una zapatillas minimalista, no es algo necesario. Así, las marcas que las trabajan te ofrecen las zapatillas de transición como el fin del camino o como unas zapatillas más. De hecho, la mayoría de corredores que las utilizan hoy día nunca dan el salto al minimalismo.
Ejemplos de zapatillas de transición
Aunque parezca curioso, la empresa cuya seña de identidad fue la revolucionaria cámara de aire, Nike, lleva años trabajando con el modelo Free, que vendría a ser de transición, a partir de ciertos estudios. De hecho, de las grandes marcas quizás fuese la primera en investigar este territorio, por lo menos diferenciándolas del concepto ‘voladoras’. También Adidas, la cual llegó incluso al minimalismo puro casi antes que su gran rival, tiene zapatillas bajas.
Asics o Reebok, que tardaron más en entrar, las venden hoy en día. Hay más: Under Armour, Zoot… No hay marca que no tenga al menos un modelo, de lo cual quizás tenga a lo que ver el bum posterior al de correr, que es el triatlón, pues muchos triatletas se decantan por este calzado.
No obstante, existen marcas nativas que se deberían tener en cuenta por su propia naturaleza. Cabría destacar a Skechers, con una gama de zapatillas a precios razonables aunque con una durabilidad media, y a Newton, algo más caras pero con mayor durabilidad.
A veces se llaman de ‘natural running’, definición que poco tiene que ver con los que vendría a ser natural, esto es correr descalzo (barefoot).
De todas formas, conviene volver a la idea de que la magia no existe. Habrá que hacer un esfuerzo importante en cambiar la forma de correr, si es que eso es lo que se desea. Así, no es raro ver a corredores con una ergonomía de carrera muy, muy mala, talonando en grado sumo con zapatillas de transición, y en ocasiones, curiosamente, haciendo tiempazos. Hay que plantearse el porqué y el para qué, igual que el cómo, a la hora de pasarse a las zapatillas de transición. Y hacerlo con cabeza.