Dejamos que tú escojas cómo y cuánto correr por la tercera, esa sucesión de playas de la capital donostiarra. Pero por la Concha podrás salir cualquier día a trotar.

La ría de la frontera. Hendaya-Irún-Hondarribia

¿Has oído hablar de la famosa carrera Behobia-San Sebastián? Vamos a comprobar que os meten, efectivamente, por las carreteras menos vistosas. Supongamos que estás en la capital, Donostia/San Sebastián.

Coge un autocar de línea (la compañía PESA) y te dejará en la orilla sur de la fabulosa ría, en Hondarribia. ¿Sabes que se puede cruzar en un sublime barquito hasta Hendaya? Pues hazlo y pasa al lado vasco-francés.

Desde el muelle tienes un fácil acceso a la playa. Arranca a correr por su espigón y gira sobre tus pasos hasta el bulevar del Txingudi y recorre el Bidasoa hasta el primer puente que da acceso al lado donostiarra, justo a la espalda de la estación internacional de tren. Cruza la frontera y sigue recto por la Avenida Iparralde hasta el corazón de la industrial Irún.

Panorámica de Hondarribia

A la derecha por Colón, cruza las vías y de nuevo a la derecha en busca de Hondarribia. El llanísimo recorrido de casi 3 kilómetros circula con el verde a la izquierda y la ría a la derecha.

Llegas a uno de los recintos urbanos mejor conservados de Europa. Hondarribia es el kilómetro 10 (donde puedes parar a repostar) y te mostrará murallas, calles medievales, plazuelas, y vistas interminables de la ría del Bidasoa.

La atravesamos a lo bruto, siempre playa adelante. Dos kilómetros de brisa atlántica más tarde, pasada la cofradía de los arrantzales, la señalización de una senda asciende por los acantilados del cabo de Higuer.

Es hora de aflojar, ver dónde ponemos el pie y pasear o trotar por rocas y humedales hasta el mismo mar. El retorno, que no tenga otro final que un pote y un pintxo. Regresamos después de más de 16 kilómetros a la urbe desde Hondarribia, con los mismos autobuses.

 

Ocho kilómetros vascos

Zumaia. Vamos a suponer que has visto la archiconocida película de los apellidos. Vamos a seguir suponiendo y has llegado a Zumaia en autobús, al que estamos dando cancha hoy, como ves.

Desde esa alegre estación blanca y azuleta, sal corriendo por la misma calle Estación hacia abajo y cuélate por la izquierda bajo las vallas blancas y verdes de la avenida del puente.

Ya estás en uno de los muchos carriles-bici. Llega a la ría del Urola, donde quizá veas entrenar (truene o caliente el sol) a los remeros de la trainera de uno de los equipos más duros.

Acantilados de Zumaia

Cruza el puente que te lleva a Txomin Aguirre. Estás en la zona antigua, situada a espaldas del mar, pronto sabrás por qué. Siguiendo el cartel de San Pedro, pronto verás flechas amarillas en el suelo.

Estás en el Camino de Santiago de la Costa. Ruta milenaria que quizá te ayude a subir las empinadas calles. Seguimos. Desde el torreón de vigilancia de la iglesia, en Mari Kalea, bajad las escaleras a la parte trasera de Zumaia.

Subid a la ermita de San Telmo donde se os saldrán los ojos y los hígados. Se abre ante vosotros el paisaje del Flysch. Una especie de hojaldre que forma acantilados de vértigo.

Panorámica de Zumaia

Crestead despacio y observad el dramático terreno. Bajando y subiendo nos plantamos en unas salvajes laderas donde se funden lo verde y lo azul y gris del paisaje costero. En apenas 5 kilómetros llevaremos un calentón digno de los mejores días.

En el momento en que desees, regresa. La senda sigue faldeando hasta la dramática costa de Deba, por las puntas de Sakoneta (aproximadamente, sobre el kilómetro ocho) y la llegada a la orilla rocosa de nuevo.

Si decides hacer un recorrido de ida y regreso, apunta sitios para comer pintxos de categoría en Zumaia: nombres como el Beheko, Idoia, Kresala, o el tridente de la plaza Upela, donde se acumulan especialistas en crepes, en tortillas de patata o las bolas picantes del Kalari.