¿Piensas que está todo inventado en el mundo del calzado deportivo? En parte, sí. Con estas zapatillas se corría antes. Dicen los viejos que se corría más. Pero es que éramos más jóvenes y en muchas casas no teníamos ascensor.
Dicho lo cual, pasemos a las zapatillas de aquellos bigotudos años ochenta. Los años comenzaron con el aplastante dominio de Nike, que sacó modelos flipantes evolucionados de los durísimos setenta. Las Eagle o las Windrunner añadían algo de suela a un diseño que no comprenderíamos. ¿Ponerse una suela dura y una pala de nylon encima? Ved este modelo de 1979.
En escasos dos años comenzaban a surgir más centímetros de taco en la suela y un armazón en los laterales y talón. Cuantos más runners se lanzaban a las calles en todo el mundo, más se normalizaba el biotipo del trotacalles. Ya no eran tipos flacos y voladores como Lasse Viren sino gente grande y lenta como Mike, François o Gregorio. Bigote, patillas, muslos anchos y más kilos que demandaban más del diseño ochentero: estabilidad y amortiguación.
Con estas, todavía las zapatillas eran recias, sencillotas y una mezcla que hoy nos recuerda a las botas bajas de baloncesto, aquellas Converse, y las actuales de cross-training (mezcla palanganera que en aquellos días ni se contemplaba). No tienes más que ver los modelos ‘originals’ o vintage de hoy día.
¿Cómo eran al tacto?
Sólidas. Tocábamos la ‘suavidad’ de aquel upper sintético como si proviniese del traje de los personajes de Star Wars pero aquello era el típico nylon en el que se te enganchan los uñeros. Los tacos de la suela proporcionaban un agarre en tierra y barro sin duda extremo. No conozco nadie que resbalara en aquellos días. Literalmente, podías meterte por cualquier lado.
Hubo una generación entera que pugnó con Nike. Brooks, Saucony, Etonic, Adidas y Karhu encabezaban el pelotón de la suela gorda. Busca en google ‘Saucony Jazz’ y lo entenderás.
Asics, en aquellos días Asics Tiger, presentaba modelos más como este otro. Su origen baloncestístico y la apisonadora que ya era el movimiento del maratón en Japón hacía, a mi entender, que se diseñaran modelos más livianos. Con estas X-Calibur GT empezaron a verse ideas como insertar cámaras de ‘aire’ o cuñas internas para controlar la pronación.
Aun así, con estas zapatillas ahora no te atreverías ni a calentar un rato. El aspecto todavía te suena a calzado de imitación de mercadillo. Reconócelo.
Pero el cambio a los poliuretanos de las suelas fue tan grande que se convirtieron en modelos de uso total. Uno podía sacarlas a correr por los montes y luego asesinar el cronómetro en carreras de asfalto. El sentir esa pieza de cartón rígido insertada en el talón la convertía en un calzado casi ortopédico. No se movía y los tendones de aquiles vivían libres. También se corría mucho. O hacías 1h40 en medio maratón o nada. No bajar a 3h30 en maratón desanimaba y hacía que muchos dejaran de correr. A esas velocidades y sin corredores recreativos, las exigencias de la pisada eran diferentes. Faltaba todavía una década entera para que la comodidad extrema y, después, la moda urbana, solicitase de las marcas otros parámetros.
En otras palabras, para dejarte los hígados en tu grupo de corredores sin piedad, hacían falta piernas. Las zapatillas eran aún un elemento secundario.