Ay, el amor. Aquello que todo lo soluciona, todo lo cambia, todo lo cura. Amar y ser amado es de las cosas más bonitas que pueden ocurrirte, pero hay amores y amores.
Seguramente tú seas una de esas personas que están enamoradas del correr, pero tengas desde hace más tiempo otro amor. Esa persona por la cual bebes los vientos pero que no entiende porque tienes la necesidad de ponerte unas zapatillas y salir a recorrer las calles y parques de tu ciudad.
Engancharse a algo es enamorarse: no dejas de pensar en volver a hacerlo, en pasar la tarde disfrutando y en hacer planes de futuro. Eso que te está pasando con el running te habrá pasado antes con tu pareja: ahora, sin embargo, tus tardes las ocupan series y cuestas, tus fines de semana son para las carreras y han dejado de preguntarte quien es esa y porqué te hablas con ella para cuestionarte por qué le mandas tantos tuits al atleta de turno. Antes de que te hagan elegir entre el running y tu pareja, me doy el lujo de darte algún consejo.
Una solución sencilla sería hacer todo para que esa persona se enganche a esto de correr: él o ella se calzan las zapatillas, te siguen en tus tiradas y entienden tus manías y filias. Sería maravilloso, ¿verdad? Ni una sola queja por la compra de zapatillas, por los findes lejos de casa para correr o el tener que adaptarse a menús especiales “porque hay que llenarse de hidratos esta semana, no ves que el domingo tengo maratón”. Los mismos gustos, sitios en común... no puede fallar.
Fallará: lo que tú entiendes como una buena manera de compartir vuestro tiempo sin renunciar a aquello que te gusta siempre va a ser entendido por la otra parte como una manera de hacer lo que te gusta sin dejar de estar juntos.
Esa persona, que te conoció sedentario y feliz, no entiende cómo puedes disfrutar con el sufrimiento, pasártelo bien con esos madrugones para hacer una tirada larga en sábado o qué, a pesar de todo lo que corres, sigas con esa barriguita que tenías entonces (nunca, repito, NUNCA ocultes a tu pareja que luego te vas de cañas: lo sabrá).
Hay gente que consigue que su pareja acabe enganchándose a correr. Luego, la mayoría, tiene que buscar el equilibrio entre la vida personal y su otra identidad: la de corredor. Habrá quien te diga que negocies: que tienes que tener tu tiempo más allá de las cenas, las tardes de sofá y manta o las vueltas por el centro comercial de turno. Que no puede ser que los demás estén casados o tengan hijos y puedan salir a correr y tú no.
Desde el primer beso, esa persona tan especial ya forma parte de tu vida. Tu vida deja de ser tu vida y pasa a ser vuestra vida: tú puedes salir solo a hacer kilómetros o a recorrerte la península para correr una maratón pero las tardes de comedias románticas en casa sin tu pareja son deprimentes.
Negociar no es la respuesta, es una cuestión de equilibrio: si no quiere correr contigo, reserva tus hobbies para el momento en el que no puedas compartir un rato juntos.
Seguro que te pasabas noches en vela hablando con él o ella: levantarse de madrugada a entrenar es igual, y además le puedes despertar con el desayuno. Este sábado puedes salir a cenar y tener una noche de pasión sin tener que irte a dormir pronto porque el domingo te toca tirada larga.
Puedes amar el correr, pero tienes muy difícil que el correr te diga 'te quiero'. Puede que tengas necesidad de correr, pero correr no es todo lo que necesitas. La respuesta a todos tus problemas siempre está al final de un montón de pasos. Porque por mucho que corras, siempre vas a volver donde está esa persona.