A estas alturas del partido, creo que nadie se sorprenderá si decimos que Scott Jurek es uno de los mejores corredores de carreras de montaña de la historia. No solo sus logros (ser siete veces consecutivas ganador de Western States o haber sido recordman de la durísima Badwater 135 no es algo que se vea habitualmente) le han colocado entre los destacados a nivel mundial, sino que su forma de enfocar la vida le ha valido para que sus hazañas sean aún más valoradas.
El caso es que los años pasan y el de Minessota, como cualquier hijo de vecino, ha entendido que su época va tocando a su fin. Sus planes familiares le van a alejar de los grandes circuitos del ultrafondo, pero él ha querido despedirse a lo grande.
Nada de luchar contra una gran montaña y corredores de la talla de Kilian Jornet; ¿para qué subir y bajar una montaña cuando puedes pelearte contra el reloj en todo un sistema montañoso?
La que iba a ser la última gran aventura de Scott Jurek le ha traído, sin embargo, algunos quebraderos de cabeza. La prueba era de las complicadas: batir el récord del Trail de los Montes Apalaches.
Este camino, que recorre de punta a punta uno de los sistemas montañosos más agrestes de Norteamérica, es una auténtica brutalidad. Sus más de 3.500 kilómetros de recorrido (pasa por 16 estados de la costa este) y sus 156.000 metros de desnivel acumulado lo convierten en uno de los recorridos más duros del continente y en un reto inigualable.
A punto estuvo Jurek de no poder con la marca de Jennifer Phar Davis: tras 41 días de recorrido, las cuentas no le salían. Su intención era meterle una buena rebaja al récord anterior (46 días, 11 horas y 20 minutos), pero sus previsiones se fueron al traste.
Aún así, apretó los dientes y consiguió la nueva marca rebajando el récord anterior, eso sí, por solamente tres horas y doce minutos. Que la diferencia no le reste mérito a lo conseguido: es una media de ¡80 kilómetros al día!
Sin embargo, una vez superada la euforia y con el correspondiente descanso, llegaron las consecuencias del reto. Una citación judicial por parte del fiscal general del estado de Maine en relación a lo ocurrido. ¿Los cargos? Arrojar basura, beber en público y formar parte de un grupo de más de doce personas, el máximo permitido por parte del Parque Natural de Baxter, donde acabó su aventura.
El tema es sencillo: Jurek era acompañado por su equipo de asistencia y por una serie de cámaras que registraban su hazaña. Este grupo no era, según el corredor, nunca superior a las doce personas que manda el parque. Sin embargo, al llegar a las inmediaciones del Monte Katahdin (el punto de cierre del trail), amigos y aficionados se sumaron a la comitiva.
En la cima, el grupo era bastante amplio por lo que ya se superaba la cifra marcada. Para más inri, al acabar fue a celebrarlo con su equipo y, para ello, destapó una botella de champaña. El corcho a paseo, el trago en público y un fiscal con ansias de protagonismo. Y le llaman la tierra de la libertad.
Las maquinarias legales se pusieron manos a la obra, pero como se suele decir “siempre es mejor un mal acuerdo que un buen juicio”. Jurek pudo probar que su grupo nunca fue mayor a doce personas, y que si la gente le esperaba arriba eso no implicaba que su grupo fuera mayor.
El corredor fue claro con el tema del alcohol y aceptó la multa de 500 dólares que se le impuso, pero le ha molestado todo el revuelo en torno a las acusaciones: “Hay gente que no sabe quién es Scott Jurek que tendrá una imagen equivocada, pensará que soy alguien que no respeta la naturaleza”, declaró tras la aventura legal a la edición americana de Runner's World.
Al final, el récord le ha costado algo más que dolor y sudor a nuestro protagonista. El autor de “Correr, Comer, Vivir”, como bien dirían los Beastie Boys, luchó por su derecho a celebrarlo y al final acabó pagando y dejando una moraleja. Hagas una aventura de este tipo o una salida por el campo con amigos, siempre recoge lo que lleves. Y la cervecita, mejor abajo.