Desde Zermatt, localidad en el cantón de Valais, Suiza, la visión que se tiene del pico Matterhorn o Cervino es la de una estrecha pirámide de cuatro caras, más vertical cuanto más alta. Los esfuerzos por conquistar la cumbre (en 1865, tiempo de épica) tuvieron mucho que ver con lo llamativo de esta cumbre alpina, que no lo es tanto desde otras vertientes.
No es necesario que un pico sea tan alto como éste o el Mont Blanc para que llame la atención e invite a explorar; de hecho, para hacerlo corriendo, si uno no es Herve Barmasse o Kilian Jornet, parece más conveniente menos altura y dificultad.
No tienen tanto compromiso ni lucen tanto en la cuenta de Instagram como el Mont Blanc o el Matterhorn, pero algunas de las montañas que más llaman la atención en el territorio español tienen todo lo que se puede pedir: una bonita ubicación, una ruta de ascenso muy marcada y fácil de seguir, vistas sobre el entorno y un desnivel suficiente para ser una ascensión de montaña y no un paseo de cross country. Lo bueno de la geografía española, es que, casi sin excepciones, donde quiera que vivas o pases unos días hay cerca una de estas cotas invitando a recorrerla.
Mejor que subir a alturas como la del Aneto (3404 metros) corriendo, con recorrido por terreno glaciar y poco firme, un corredor estándar va a disfrutar en cotas más bajas y sin dificultades alpinas, al estilo de Peña Guara (2077 m.), que además llama la atención como punto culminante de la sierra del mismo nombre.
Algunas de las que más pueden gustar a corredores son montañas entre 1.000 y 2.000 metros de altitud, o poco más o menos, como el pico Ocejón (2049 metros) desde Valverde de los Arroyos, que es una carrera por buen terreno con visita a la sierra de Ayllón y los pueblos de la arquitectura negra.
La provincia de Alicante tiene dos ejemplos de montañas imposibles de ignorar. Desde Jávea o Denia, la apariencia del Montgó, esa mole rocosa que se levanta 752 metros sobre el mar, lo hace irresistible. Cumple todas las condiciones que le puede pedir un corredor, incluyendo buen tiempo todo el año.
Ahora, el Puig Campana, ese pico con forma de flecha que domina toda la costa alicantina es el rey. Pese al aspecto, sólo alcanza 1.406 metros sobre el nivel del mar, con lo que empezando la ascensión en Finestrat, nos encontramos con uno de los kilómetros verticales más perfectos que existen, y una de las rutas circulares más repetidas.
La Pedriza madrileña es, por la abundancia de caminos y paisajes, otro de los imperdibles para el que gusta de recorrer lugares de montaña corriendo. Desde lejos y desde el interior excitan la curiosidad las crestas y los riscos más relevantes, como el Pájaro, la Pared de Santillana o el Yelmo.
Desde el mismo Madrid es imposible no fijarse en este macizo y en los picos a los que hace de contrafuerte. Las ascensiones son duras, pero de las más satisfactorias, sobre buenos caminos y granito redondeado. Alcanzar la Cuerda Larga o el pico Peñalara saliendo desde La Pedriza es un camino de un día, que requiere moverse rápido.
Ninguna montaña, sin embargo, es tan llamativa, en un entorno salvaje y es tan buen mirador como Peña Ubiña, en la frontera entre León y Asturias. La subida por la ruta normal es sencilla y no demasiado larga. Con sus 2.417 metros, en invierno cambia el carácter y se pueden encontrar verdaderas dificultades.
Las vistas sobre el sur asturiano y los cuatro valles leoneses son impagables en días claros y el recorrido, desde Torrebarrio, con algo más de un kilómetro de desnivel merece la pena todo el año.
Aunque, para un corredor, como en cualquier otra ruta de montaña lo ideal es el otoño: sin nieve aún y sin miedo a quemaduras o deshidratación. ¿Y el verano para realizar estos u otros recorridos? Con suficiente agua, saliendo temprano y crema solar no debe haber problemas, aunque, seamos realistas, ¿quién madruga en verano?