Esta profesión vista desde fuera puede parecer fácil, sencilla, y que te hace rico enseguida. Pues nada más lejos de la realidad.
Solamente una sesión de entrenamiento lleva bastantes horas de trabajo detrás (si de verdad quieres hacer una buena sesión, claro está), diseñando la rutina en función de lo que se ha trabajado en sesiones anteriores, lo que se va a trabajar en las posteriores, los objetivos del cliente, y el perfil y objetivos del mismo.
Por lo tanto, si quieres dedicarte a esto debes saber que vas a tener que dedicarle mucho trabajo y sobre todo tiempo.
Y una vez dejado esto claro hablemos de la formación. Cualquiera que me pregunte si puede hacer un curso de entrenador personal, por lo general le diré que sí, pero que eso no le hace buen entrenador.
Ser buen entrenador te lo da, además de la experiencia, unos buenos conocimientos de anatomía, fisiología, biomecánica, y un largo etcétera. Y todo eso lo vas a encontrar en la licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Antes de que os echéis encima de mí debo escudarme diciendo que sí es cierto que hay buenos cursos que tocan todos esos temas, como los de la NSCA o los que hace el ACSM por ejemplo, pero aun así creo que alguien que no tenga la preparación adecuada le va a costar muchísimo sacarse esa titulación.
Y dejando la formación aparte, un entrenador además debe tener otras aptitudes. ¿Aprendidas? ¿Nacidas con ellas? Juzga tú mismo:
1.- Asegúrate bien de lo que haces
Al fin y al cabo el entrenamiento es salud. Si dudas en lo que haces, además de dar inseguridad a tu cliente, puedes poner en peligro su salud.
Tienes que saber y creer que el ejercicio no es sólo para estar sexy sino para tener un cuerpo saludable. Házselo ver a tu cliente para darle una motivación extra.
2.- El físico importa, lamentablemente
Este punto es el que más rabia me da. Mucha (demasiada) gente piensa que si no tienes un cuerpo atlético no eres buen entrenador. En mi promoción he conocido verdaderos maestros con unos conocimientos asombrosos pero que simplemente no les gustaba entrenar o no tenían tiempo para ello.
3.- Liderazgo
Si no tienes dotes de líder entonces ponte como prioridad aprenderlas (si se puede). Un entrenador durante la sesión es un líder. Es quien motiva, anima y el modelo a quien seguir (ya sea por su físico o por sus conocimientos sobre cómo llevar una vida saludable).
A muy poca gente le gusta entrenar y si el entrenador es pasivo, está mirando siempre al móvil, es muy callado, sólo marca los ejercicios, etc., lo más seguro es que ese cliente no vuelva y, lo que es peor, que hable mal de lo que es un entrenamiento personal.
Guste o no entrenar, tu cliente tiene que disfrutar de la sesión, sentir que ha trabajado y que tiene ganas de que llegue el próximo día contigo.
4.- El conocimiento también se enseña
A este punto le doy mucha importancia sobre todo porque si yo fuera cliente me gustaría que fuera así. En mis sesiones intento que la persona a la que entreno se vaya habiendo trabajado y habiendo aprendido.
No soy capaz de decir simplemente que haga un ejercicio y listo. Siempre lo acompaño con los músculos que se trabajan, por qué hacemos este y no otro, qué pasa en su cuerpo cuando hace ese ejercicio, etc. En definitiva, pienso que si entiendes el ejercicio lo puedes llegar a aprovechar mucho más.
Así que si te gusta el ejercicio y el deporte te animo a ser uno más de los que se preocupa de la salud de las personas, un compañero de entrenamiento, un mentor para tu cliente, un psicólogo, un motivador, un líder, y en muchísimos casos, un amigo.
Pero, eso sí, empieza por los cimientos con una muy buena formación. Porque entrenadores hay muchos pero buenos, “dos”.