Correr, Yoga, Pilates, fitness... cada una de ellas tiene su forma apropiada de respirar. La clave para entender las diferencias está fundamentalmente en el objetivo.
En principio, Pilates y Yoga son dos actividades similares, lo que nos podría dar lugar a pensar que tienen respiraciones equivalentes; sin embargo son totalmente opuestas.
En el Yoga, la respiración es una de las claves fundamentales y el objetivo de esta es la de relajarnos, calmar nuestra mente y concentrarnos. Existe la creencia de que si tú controlas la respiración, controlarás todas las situaciones en la vida. Por eso la respiración ha de ser aquella que consiga calmar nuestra mente y nuestro cuerpo.
Cuando inhalamos, primero tenemos que llenar con aire el bajo abdomen, luego el medio abdomen y lo último, el pecho. Cuando exhalamos el aire del pecho va primero, luego el aire del medio abdomen y por último el aire del bajo abdomen.
La sensación física es que hay bastante movimiento en la barriga, saliendo hacia fuera al inspirar y volviendo a su posición al expulsar el aire. Ambas, inspiración y expiración se realizan por la nariz.
En Pilates sin embargo, la respiración tiene como objetivo controlar los movimientos y facilitar la estabilización de la columna vertebral, para el trabajo global de las extremidades.
Esta ha de ser siempre coordinada con el movimiento que se ejecuta, de tal modo que contribuya a dirigir la energía a la zona que se está movilizando. En la respiración de Pilates se inspira por la nariz y se exhala por la boca.
Durante la inhalación, las costillas se abren hacia fuera y hacia arriba, al mismo tiempo que la columna vertebral tiende a la extensión. La exhalación, por su parte, facilita la contracción de los músculos abdominales ya que anatómicamente durante ella se produce un encogimiento a nivel de la caja torácica “hacia dentro y hacia abajo”.
Al exhalar, el diafragma se eleva generando así un empuje de los músculos abdominales hacia dentro, lo cual genera la estabilización del centro y a su vez la protección de la columna lumbar.
Pero y ¿qué pasa cuando corremos? El atleta Chema Martínez, medallista español nos dice que al principio todo el mundo piensa que lo lógico sería tomar el aire por la nariz y expulsarlo por la boca, pero si lo hacemos así, enseguida nos daremos cuenta de que “no es suficiente para dar al cuerpo las necesidades de oxígeno que tiene. Por la boca te entra más y cuanto más rápido vayas, más oxígeno necesitas. Lo importante es que entre oxígeno, independientemente de por dónde. Es una cuestión de eficiencia”.
En el mundo del fitness, si estás ante un esfuerzo moderado, puedes respirar por la nariz y expulsar el aire por la boca. Lo ideal es sincronizar los movimientos con la respiración, utilizando la expiración en el momento máximo del esfuerzo de un ejercicio. Por ejemplo, si realizamos una sentadilla, lo normal es inspirar al bajar y espirar al subir, ya que esto nos facilita el esfuerzo.
Nadando la cosa se complica. El agua no es nuestro medio natural, por tanto, lo normal es que tengas que adaptarte a las variaciones que aparecen cuando te sumerges en el agua.
Lo mejor es coger el aire por la boca porque puede entrar más caudal de aire durante el tiempo que tenemos para respirar, que es limitado en cada respiración. Y echarlo por la nariz por dos razones: una porque al ser expulsado el aire por unos orificios más pequeños, se tarda más en echar, y por tanto el aire permanece más tiempo dentro del cuerpo; La otra razón es para que la boca esté libre para la siguiente inspiración.
Al final, es una cuestión de lógica y de pensar siempre en el objetivo y las necesidades del deporte que estemos practicando.