Mientras llega la primavera hay que apañarse. El frío por un lado, tú por otro. Cubriendo todo, unas veces más y otras menos, la ropa disponible.
Como se citaba en La Venganza de Don Mendo, “o te pasas o no llegas”. Pero en vez de hablar del juego de las Siete y Media, vamos a ver en qué nos pasamos o nos quedamos cortos.
Volvemos de correr con el frío de diciembre. Notamos las consecuencias en un minuto. El que tarda el agua caliente de la ducha en recorrer nuestro cuerpo recién llegado de entrenar. Partes que pican, partes que se ponen rojas, zonas que se mantienen frías. Y empiezas a volverte loco.
¿Sabes cómo funciona todo esto?
El frío hace que los vasos circulantes se contraigan. Menos sangre cerca de la superficie, menos color. Dependiendo de cómo generas el calor interno, así recuperarás el colorcito. Si llegas realmente helado a la ducha, el agua caliente hará lo propio.
El proceso termorregulador dilatará los capilares y el color volverá. Y los picores. No te rasques. No tienes la sarna. Es el hormigueo que produce la circulación periférica. Además sentirás como, a pocos centímetros, tienes partes aún congeladas. Todo esto te dará pistas sobre qué y cómo tapar. Pero con medida.
¿Cómo me abrigo?
Las teorías dicen que tres capas son las ideales en condiciones de frío extremo. Una primera, pegada a la piel, como una camiseta de manga corta muy transpirable. Evaporará la humedad y la pasará a una segunda capa que absorba todo eso.
Que la sensación de frío no se te pegue al cuerpo. Si la cosa está complicada o eres de los frioleros, una tercera capa de las llamadas cortavientos trabajará a tu favor.
La mayor parte del calor se disipa por las extremidades y la cabeza. Pero no seas asno. No te lances a correr embutido en un plumas, guantes y gorro.
Aparte de hortera, irás incómodo a más no poder. Y parecerás un morcón ibérico o uno de esos redondos de ternera atados con malla. Prueba con variaciones de camiseta técnica debajo y una buena manga larga, ligera, encima.
En cuanto empieces a trotar generarás calor suficiente como para evaluar si te hace falta una tercera capa impermeable.
Hoy día no hay excusa posible. Todos tenemos la información de qué temperatura hay en el exterior. Tu web de referencia, app en el móvil, los dolores de rodilla de tus viejas articulaciones...
Asomarse a la ventana antes de salir a correr también ayuda. El viento aumenta la sensación de frío. Contra el frío tienes que pensar un poco si te interesa variar tu ruta.
No es estrictamente necesario que renuncies al parque o al campo y te encierres en la cinta del gimnasio. Ahí va un viejo truco, si eres aguerrido y te pilla la temporada sin las compras hechas.
Sal contra el duro vendaval y regresa a favor de él. Siempre es mejor tener el aire de culo que terminar con el frío dándote en la cara y pecho.
Los bosques y zonas entre edificios también protegen cuando corres, como última instancia y si eres un perezoso o estás jodido de dinero como para compras específicas.